La ciudad de Eivissa ha sido noticia estos días por el fiasco de la Cursa del martes. Una carrera que cuesta 5.000 euros (algo más que el famoso belén de Sant Elm que no quería financiarse por caro) y que tiene que suspenderse por errores en la organización es grave, se mire por donde se mire. No creo que sea tan complicado organizar una carrera con la infraestructura que tiene el Ayuntamiento. Se señaliza el recorrido y en los puntos complicados se sitúan agentes de la policía para evitar que los corredores puedan equivocarse. Así de fácil. Pero no ocurrió eso. Cuentan algunos protagonistas que los coches circulaban en una parte del recorrido mientras los atletas corrían. Esperpéntico. Mala organización, tanto del departamento de deportes como de los responsables de la seguridad. Un desastre organizativo y cachondeo en toda la isla. Me aseguran que el concejal de deportes también participó en la carrera cuando lo que tenía que haber hecho es estar pendiente de que todo saliese bien. Pero parece que prefirió correr y hacer publicidad de su propio gimnasio. Errores y más errores que obligaron a Alfonso Molina, teniente de alcalde, a dar la cara para justificar lo ocurrido. Pedir perdón y poco más. Y la culpa no era suya. Pero el fiasco es monumental y me temo que se ha hecho poca autocrítica. No me quiero ni imaginar qué dirían los que ahora gobiernan si algo similar hubiera pasado la anterior legislatura. De nada sirve que la cuenta de twitter del Ayuntamiento de Vila se dedique a replicar las críticas que se han podido hacer por el desastre de la Cursa. Una cuenta de twitter institucional no está para mantener polémicas con los que critican al Ayuntamiento, y esta vez con mucha razón. Ya que no va a dimitir nadie por este descomunal fracaso, al menos que la Cursa del día 27 se pongan las pilas y no vuelvan a hacer el ridículo.