Es un proceso largo y tortuoso pero tenaz y bien diseñado: empieza por la utilización del eufemismo como medio de alterar la descripción de la realidad; así, se suprime el antes llamado Tercer Mundo y se sustituye por los «países en vías de desarrollo». Los negros pasan a ser personas «de color» (como si blancos, cobrizos y amarillos fueran incoloros), el África negra se convierte en «subsahariana», los aparejadores en «arquitectos técnicos», las enfermeras en «ayudantes técnico-sanitarios» (ATS) y los decoradores en «arquitectos de interiores». Hasta las malolientes basuras pasan a ser «residuos sólidos urbanos». La ausencia de crecimiento se convierte en «crecimiento cero» y el decrecimiento o la recesión en «crecimiento negativo». Los callistas pasan a ser «podólogos», los masajistas «fisioterapeutas», los peluqueros «estilistas», los cocineros «chefs», los ojeadores «auxiliares cinegéticos», las criadas «empleadas de hogar» y los porteros «conserjes de fincas urbanas». A continuación se produce un cambio cualitativo: pasan a ser fachas quienes visten con decoro o simplemente llevan corbata, xenófobos quienes desean una inmigración ordenada e islamófobos quienes se oponen a la colonización cultural de un proyecto político teocrático regresivo y cruel, homófobos quienes rechazan el «matrimonio» entre personas del mismo sexo etc.
OPINIÓN | Melitón Cardona, diplomático jubilado
Del eufemismo a la censura mediante la corrección política
Eivissa12/02/17 4:00
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