Se avecinan comicios electorales a todos los niveles. Este 2019 está marcado por la incertidumbre en lo que a la gobernabilidad respecta. Hay nuevos actores políticos y puede que estemos ante las elecciones menos previsibles de la democracia. Vivimos tiempo extraños en los que el populismo, la demagogia y el postureo se han adueñado del discurso político en detrimento del rigor, la sensatez y la coherencia. Es por ello que los ciudadanos tenemos una enorme responsabilidad a la hora de depositar nuestra papeleta porque de nosotros depende que tengamos un modelo de país u otro.

La principal novedad electoral en Ibiza y en el resto de España es que, por primera vez, la derecha concurre dividida a las elecciones, algo que parecía imposible y que, hasta ahora, sólo era imaginable en el eje de la izquierda. Las elecciones andaluzas fueron una advertencia que debemos tomarnos muy seriamente: las ideas retrógradas y antidemocráticas siempre han estado ahí, pero no se habían manifestado hasta que VOX ha aparecido en el mapa político, en sintonía con otros populismos de extrema derecha como los que representan Donald Trump, Jair Bolsonaro, Matteo Salvini o Marine Le Pen.

Si algo hay que reconocer a esta formación es su claridad. Son claramente homófobos, claramente machistas, claramente racistas y claramente xenófobos. Parece mentira que en pleno siglo XXI, un siglo que es y debe ser de las mujeres, ésta formación pueda sumar tantos apoyos, aún teniendo el triste pasado franquista tan cercano, con el cual parecen encontrarse en sintonía al presentar candidatos con vínculos con la Fundación Francisco Franco.

Queremos una España moderna, avanzada, europeísta, plural, respetuosa y democrática o preferimos volver al oscuro pasado en el que las minorías como los gitanos, los judíos y los homosexuales eran señalados por su condición? Esto es exactamente lo que nos jugamos el próximo 28 de abril y el próximo 26 de mayo. La propuesta económica de VOX es ignota y hacen un gran esfuerzo para centrar el debate en cuestiones identitarias en vez de proponer soluciones a los verdaderos problemas de la sociedad que no son otros que el paro, la precariedad laboral, la desigualdad salarial entre mujeres y hombres, las pensiones públicas, la sanidad, la educación y los servicios a la dependencia, entre otros.

Tenemos una responsabilidad. No podemos dejar que guíe nuestras instituciones un partido con una financiación dudosa con un líder que no ha cotizado en su vida y que su único logro es haber dirigido una fundación con un salario de 80.000€ sin haber sacado adelante un sólo proyecto y que propone eliminar los «chiringuitos» pero que percibe más de 3 millones de euros en subvenciones públicas. Estoy convencido que los ciudadanos en general y las minorías en particular, sabremos hacer una apuesta decidida por la moderación y el progreso, independientemente de que nuestra ideología sea de derechas o de izquierdas. Ahora tenemos la obligación moral de apostar por la responsabilidad ante la amenaza inminente de la extrema derecha. Nos jugamos que nuestros hijos vivan en un país tolerante y avanzado al que le ha costado mucha sangre y sudor conseguir ciertos logros sociales o, en contraposición, vivir en un país intolerante gobernado por unos individuos que como única propuesta tienen el exabrupto, el insulto y las soflamas vacías de contenido.