El plástico es uno de los más peligrosos inventos de la humanidad. En Ruanda directamente lo prohíben y requisan cualquier bolsa o botellín de ese infecto material a los turistas que marchan a coquetear con los gorilas en la niebla. Como es una tierra antigua cuyos dirigentes se hacen llamar «los hijos del cielo», saben que los cuerpos de hutus y tutsis se descomponen mientras su sangre alimenta la tierra (teorías del sacrificio del mitólogo Roberto Calasso), pero que el plástico se mantiene insultando al tiempo durante milenios.
Recuerdo un poblado cercano al lago Kivu donde podías sentarte a una mesa de madera, en sillas de madera, y beber una cerveza helada en un vaso de cristal sin vulgar publicidad. Algo imposible en numerosos garitos tan profilácticos como prostituidos de la costa española, donde idolatran tontamente el plástico que adultera un buen cocktail, infecta la piel y hasta envenena el agua potable (mucho mejor el clásico botijo).

Urge actuar contundentemente. Algunos residentes y forasteros son una panda de cerdos a los cuales les importa un bledo arrojar plástico donde gustan bañarse. Eso de la educación está en horas bajas ante la ola de chabacanería que arrasa los países del vanidosamente llamado Primer Mundo (¡antes que la economía es la educación, estúpido!). Y como está demostrado que demasiada gente no sabe comportarse, hay que legislar urgentemente contra el abuso del plástico que ahoga nuestra naturaleza, como ya exigen numerosas organizaciones.

Esa medida de prohibir el plástico de un solo uso que defiende Ibiza stop plastic, supondría un gran paso adelante.