El marximo, que no deja de ser en la actualidad otro tonto útil del proyecto globalizador de las élites financieras que carecen de Dios, patria u otros ideales que no sean el de acumular poder y dinero, lleva años intentando que la historia no lo olvide y le suministre la extremaunción que tan a pulso se ha ganado. De hecho, a tenor de los nefastos y desalentadores resultados cosechados allí donde logró meter su pezuña durante el pasado siglo y lo que llevamos de este, el que todavía encontremos personas que consideren que en dicha ideología se hallan las soluciones para crear una sociedad más justa o próspera nos indica hasta qué punto el genoma de los neandertales está muchísimo más arraigado y vigoroso de lo que pensamos en el ser humano actual.

Del marxismo, a día de hoy, de tener que salvar algo, sin duda, nada parece más apropiado que elegir aquellas películas en blanco y negro de los hermanos Marx y sus disparatas correrías; y es que debería bastarnos la imágenes manidas de los muros con garitas y alambradas de espino, sus policías secretas, la escasez de artículos básicos, los balseros, las hambrunas, los campos de internamiento, la persecución de los enemigos del pueblo, las zonas exclusivas para turistas, las colas de refugiados pirándose siempre en dirección opuesta a tales paraísos terrenales y los más de cien millones de muertos que se le atribuyen directamente a dicha ideología para, sin necesitar la suspicacia de Sherlock Holmes, concluir que, además de ser un sistema político absolutamente fallido, siempre acaba por resultar enormemente endogámico y tiránico allí donde consigue implantar sus principios colectivizadores y estratificar su organigrama burocrático (la dificultad que encierra extraer una garrapata una vez nos ha picado, con la nada desdeñable posibilidad de que nos deje incrustada en la piel la cabeza o su aparato bucal y provoque una infección, es un símil perfecto para describir lo difícil que es librarse del marxismo una vez inserta su estilete ganchudo en un cuerpo sano; que se lo digan a los ciudadanos de la otrora rica Venezuela).

El marxismo, huérfano de una prole obrera contestataria y carente de posibilidad alguna de llevar a cabo la lucha de clases en un continente donde ya hace décadas que las clases proletarias son historia, se ha visto en la necesidad, para no fenecer sepultado por la misma irrealidad de aquellos que a día de hoy reclaman la restauración de la Santa Inquisición, la reconquista del Al-Ándalus (bueno, con los tiempos que corren, tal vez estos no estén tan desencaminados) o defienden el terraplanismo, de enarbolar y rodearse de banderas nuevas tales como el feminismo radical, las reivindicaciones del colectivo LGTBI (¡al que todavía le falta para ser inclusivo de verdad añadir otras treinta y pico letras!), el racismo (ojo, siempre que se trate de actos reprobables cometidos por ciudadanos blancos, heterosexuales y de cultura occidental), la ocupación o el tema de la emigración ilegal, con la paradoja, en este caso, de que han sido sus votantes naturales y las zonas obreras sociológicamente de izquierdas las que han asistido estupefactas a su total abandono por la progresía pija para ser sustituidas por la reivindicación de más derechos para esas nuevas minorías emergentes, especialmente para los extranjeros, pese a constatar que paulatinamente han ido desplazando a los españoles de muchos de sus barrios convirtiéndolos en auténticos guetos y degradándolos.

Quizá, la prueba más convincente sobre el abandono de los barrios menos favorecidos por la izquierda pija sería el progresivo aumento de votos en ellos de fuerzas políticas como la de Marine Le Pen, en Francia, o VOX, en nuestro país, que han ido paulatinamente transformando los antaño denominados cinturones rojos en un auténtico granero de votos para sus formaciones y su denominado patriotismo social. La izquierda, tan dada a las proclamas revolucionarias y antisistema, se ha visto parasitada por los auténticos amos del mundo usándola como su ariete más para subvertir el orden actual básicamente en Occidente (yo me plantearía muy mucho, si la defensa del Black Lives Matter es lícita y tiene algún sentido o a qué intereses favorece realmente desde el momento que sale a la palestra Soros ufanándose de haber donado a dicho movimiento 220 millones de dólares solo durante el año pasado), porque, qué duda cabe, en el gran reseteo en ciernes, en el Nuevo Orden Mundial que nos van imponiendo a base de mascarilla, materialismo e individualidad, si hay uno de sus mamporreros digno de mención por contradictorio es el del conglomerado de izquierdas que precisamente en sus orígenes nació para combatir el capitalismo y las injusticias sociales que produjo la revolución industrial. Vale, y así sería, pero es que la izquierda patria ya no es lo que era y muy lejos quedan aquellos años de reivindicaciones obreras, barricadas y fuego; ahora, sus predicadores, se chiflan por el repiqueteo de las tarjetas Visa, la mariscada permanente y la atención de las meretrices, ya se sabe «¡París bien vale una misa!».

La noticia de Bono adquiriendo la nacionalidad dominicana y abriendo en dicho país nada menos que cuatro sociedades offshores, la imágenes patéticas de Irene Montero posando para Vanity Fair o el de las ministras de Zapatero en Vogue, la foto de Zapatero con el puño en alto luciendo un cinturón de la lujosa marca Hermès valorado en 500 euros, el presidente asistiendo a un concierto en Falcon (¿el Falcon Crest progre?), el desvío de dinero de los parados para cocaína y saraos de los compañeros, Francisco Javier Guerrero, y Francisco Trujillo, la imagen idílica de Pablo Iglesias refrescándose los pies de orco en el laguito artificial junto a la casa de invitados que posee en Vallecas o la de Felipe González construyéndose una casa en Tánger valorada en dos millones y medio o comprándose una finca como coto de caza de 120 hectáreas (otro milloncete) y mil actos más de casta burguesa que podríamos sacar a la palestra nos invitan a soñar con lo que les hubiese pasado a dichos figurines revolucionarios en la Camboya de Pol Pot, la Unión Soviética de Stalin o la China de Mao; obvio citar las dictaduras comunistas actuales donde sus líderes son tan aficionados a los Rolex, los coches de gama alta, los sirvientes y la pompa del capitalismo como sus pupilos del PSOE y Podemos.

Lo sorprendente, lo de auténtico Expediente X hispano, es que haya tal cantidad de votantes ingenuos que les sigan y estén dispuestos a tragarse sus promesas, que ya empiezan a teñirse de épica revolucionaria (al amparo de la Batalla de Madrid) y se crean de nuevo sus monsergas sobre lucha obrera, los fascistas megamalos, el derecho a una vivienda digna, el agua y la luz gratis y lo maravilloso que será la vida cuando gobiernen ellos y conviertan el mundo en un Flower Power permanente. Qué equivocado estaba Abraham Lincoln al afirmar: «Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puede engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». Pobre ingenuo. ¡Qué poco conocía España!