Idoia López Riaño, 'la Tigresa', en una imagen de archivo. | MINISTERIO DEL INTERIOR

Este miércoles 14 de julio se cumplieron 35 años del atentado en el que la banda terrorista ETA acabó con la vida de 12 guardias civiles y dejó más de 60 heridos en la plaza de la República Dominicana de Madrid. A las 07.45 horas de la mañana una bomba se llevó por delante a Carmelo, José, Miguel Ángel, Jesús María, Jesús, Andrés José, Jose Joaquín, Santiago, Antonio, Javier, Miguel Ángel y Juan Ignacio en el golpe más sangriento de la historia de la banda. El mayor tenía 24 años y el más joven 19. Aún recuerdo como si fuera ayer oír la noticia en la radio de nuestro coche, minutos antes de que me dejaran en la puerta del colegio Almazán en la calle Mesena, quedarnos callados por un instante, y como mi padre, con rabia e indignación, la apagaba sin entender el por qué de aquello. Lo peor es que a día de hoy, y tras mucho leer, escuchar y documentarme, sigo sin encontrar respuestas.

Se me escapa cómo se puede asesinar a alguien solo por el hecho de ser algo, en este caso guardias civiles. Qué rabia puede llegar a albergar un corazón para, como afirma la sentencia judicial, preparar con tanta minuciosidad un atentado estudiando durante días el comportamiento de los agentes para llegar a la conclusión de que la mejor forma de dejar más muertos era un coche bomba. Ni tampoco la frialdad de quien estaciona una furgoneta en una plaza de aparcamiento con cinco ollas a presión repletas de metralla conectadas a 35 kilos de dinamita goma-2 camufladas con papel higiénico. Y como, después, se puede mirar a la cara a las víctimas y sus familias. Siempre he creído en las segundas oportunidades hasta en estos casos pero hace falta arrepentimiento.

Por ello, 35 años después tal vez sería el momento para que Santi Potros, Idoia López Riaño, alías La Tigresa, Inés del Río, Juan Manuel Soares Gamboa o Antonio Troitiño, todos en libertad tras condenarles a más de 2.000 años por este y otros atentados, pidieran perdón. Las familias lo merecen y el recuerdo de aquellos 12 guardias civiles también. Euskadi y su gente también. Todos lo necesitamos.