Esquadra de caramelles de Sa Colla de Puig de Missa.

Acabo de hacer una entrevista a Marc Marí sobre la Esquadra de caramelles de Sa Colla de Puig de Missa y aún sigo fascinado. Son un grupo de jóvenes que apenas llegan a los 30 años y que hace unos años se unieron para que un canto de Navidad ancestral ibicenco siga vivo. Le escucho hablar, le dejo que me cuente y me fascina la pasión con la que me habla de sus tradiciones, su isla y de cómo todo no se puede perder. No puedo estar más de acuerdo con él. Con el tiempo me he dado cuenta que gran parte de lo que somos viene de lo que aprendemos de nuestros abuelos, padres o conocidos que estaban antes pero también por la historia del lugar donde hemos nacido y en el que vivimos que, en muchas ocasiones, no siempre es el mismo. Es bueno sentirnos parte de algo, con nuestras propias raíces e identificados, pero no podemos olvidar que vivimos en un mundo global donde es magnífico aprender de otras gentes y otros lugares. Igual que me encantaría que mi hijo quisiera aprender a bailar un chotis en una baldosa, me siento igualmente orgulloso cuando le veo como se le ilumina la cara con el ball pagès o cómo habla de un concierto de Korrontzi en el que se hizo una foto con el trikitilari Agus Barandiain. Ya habla castellano y gracias a su familia materna habla ibicenco, y brinda hasta en euskera, pero sería estupendo que se expresara en inglés, alemán, francés, gallego y si me apuran árabe o japonés. Que disfrutara igual de un cocido madrileño de su lala como de un bullit de peix ibicenco, una escudella, un cocido montañés o cualquier salmorejo andaluz de esos que te quitan el sentío… Creo que es relativamente sencillo. A mi no me parece difícil y por eso no entiendo porque nos empeñamos en dividir… sobre todo entre los que, en teoría, nos gobiernan.