En la Edad Media y durante muchos siglos cuando los niños eran adolescentes ya decidían qué querían ser de mayores, si no lo había decidido antes su padre. Si su padre era alfarero, muy probablemente su futuro oficio se relacionaba con la alfarería y cuando crecía, disponía de sus propias creaciones y su propio taller artesano heredado de su familia. Otra posibilidad era que algún tío, amigo o familiar se dedicara a otra cosa y el niño se fuera con él para aprender el oficio.

En un primer momento, cuando el aprendiz todavía estaba aprendiendo la profesión, no tenía ningún tipo de remuneración pero podía vivir en el propio taller. Estaba aprendiendo y por eso el maestro no podía pagar un salario a un novato. Así que el principiante pasaba años trabajando sin cobrar.

Con el tiempo, el aspirante ya poseía experiencia y estaba preparado para ascender a oficial. En ese momento decidía si quería seguir en el taller cobrando un salario como peón o si prefería demostrar su dominio del oficio y montarse su propio taller.

Hasta hace unas décadas había oficios y trabajos que seguían esta estructura pero con la mayor posibilidad de llegar a la universidad. Hace unos años vivimos la edad dorada en la que todo el que poseía estudios tenía trabajo asegurado y de esta forma la cultura de los oficios desapareció.

Hoy en día muchas personas tienen carrera, formaciones, cursos o máster y aún así no tienen trabajo. Algunos porque no quieren irse fuera de su ciudad, otros porque realmente esos estudios no son tan vocacionales y otros porque creen que se merecen más de lo que pagan.

No apoyo a las empresas que se aprovechan de esta situación y solo contratan a becarios y alumnos en prácticas pero si de verdad es vocación y quieres aprender, tal y como están las cosas, busca un buen maestro.