Imagen de una pasada edición de la Ruta de la Sal. | Alfred Farré

La bahía de San Antonio está esplendorosa con la llegada de los marinos de la Ruta de la Sal. Y sopla un buen viento que hincha las velas en Portus Magnus, dándoles un impulso epicúreo para refugiarse en esa carpa multicultural y placentera que celebra el medio siglo del Club Náutico. Faluchos clásicos de vela latina van al encuentro de velocísimos balandros; también esas moscas cojoneras que son las motos acuáticas, que tanto deseamos den ya el salto al motor eléctrico y dejen de petardear la costa.

Llama la atención que muchos competidores de la regata izan velas oscuras, a veces negras. Tal vez no conocen la leyenda del héroe de Atenas. Teseo desafió el poder de ese monarca marítimo que era el cretense Minos. Mató al Minotauro y se fugó con la hermosa Ariadna. Pero a su regreso a Atenas olvidó cambiar las velas, que seguían llevando el negro del luto por los jóvenes sacrificados. Entonces el rey Egeo, creyendo que Teseo había sido devorado por la bestia del laberinto, se arrojó desesperado por un promontorio al mar que hoy lleva su nombre. Las velas blancas van mejor con el azul homérico del mar, también los spinnaker color de vino dionisiaco, capaz de convertir a los piratas en delfines y consuelo de jóvenes abandonadas.

La mar es siempre antídoto contra la desesperación. También las iglesias donde uno puede recogerse en silencio. El fervor de Semana Santa en Pitiusas es algo antiguo y prodigioso que asombra a los turistas que vienen hambrientos de sol. ¡Y cómo miman los ibicencos sus templos con flores a María y suaves rezos con fe en la Resurrección!

Feliz Pascua.