El fin de semana pasado paseando por la bellísima Málaga me encontré con una escena que me sorprendió muy gratamente. Observé una fila enorme de jóvenes, cientos de ellos se aglomeraban de manera ordenada, ocupando varias calles. Mi primer pensamiento fue que hacían cola porque regalaban algo o para comprar el último y novedoso nuevo dispositivo tecnológico. Mi fascinación se produjo cuando al acercarme me encontré que casi todos y todas llevaban un libro en la mano y que la fila era para entrar en una librería. Mi curiosidad se activó hasta el punto de fijar mi mirada sobre los libros que portaban sobre sus manos, además del interés por descubrir el motivo por el cúal todos esos jóvenes hacían esa larga fila. Se trataban de novelas de Alice Kellen e intuí que la flamante autora estaba firmando ejemplares o presentando su última novela.

A pesar de que todos conocemos los valores de la lectura, los aportes que hace un libro sobre el lector y del mismo modo también identificamos los riesgos del uso excesivo de pantallas, me da la sensación que en este enfrentamiento, si no existe concienciación, ganan las tecnologías. En los tiempos de pantallas, donde los jóvenes están pegados a ellas y permanentemente obteniendo input dopaminérgicos, es muy gratificante ver como algunos autores y autoras con sus novelas son capaces de competir con la tecnología y consiguen animar a cientos de adolescentes a la lectura.

La mayoría de los menores se relacionan antes con una pantalla que con un libro, a los pocos meses de vida ya interactúan e incluyen en su día a día la tecnología. Digamos que la primera desventaja sería que el libro llega a sus manos bastante después que la pantalla. Por un lado, la tecnología tiene por finalidad que la persona pase el mayor tiempo posible usándola, para ello fomentan tres aspectos esenciales que generan dependencia: la estimulación gráfica, la estimulación sonora y la interacción con el contenido. Desarrollando y adaptando tanto estos aspectos que hacen que los usuarios no tengan que imaginar, ni hacer muchos esfuerzos para pasar horas y horas consumiéndola. Al contrario, en la lectura la banda sonora de un libro o los grafismos se producen en la imaginación del lector. La interacción entre libro y lector no viene incentivada por notificaciones o reclamos, parte del interés por el contenido. Es decir, los libros activan la mente y requieren esfuerzo cognitivo.

Hablamos de dos aspectos muy diferenciados que influyen de manera significativa en el desarrollo psicoevolutivo de los menores. Tenemos la pasividad de las pantallas frente a la activación imaginativa del libro. Esfuerzo frente a la ociosidad. Si comprendemos el valor del libro frente a la estimulación inmediata y fácil de la pantalla quizás fomentaremos con mayor interés el amor por la lectura. Y visto lo de Málaga, aún hay esperanza.

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