La isla de Ibiza está repleta de misterios. Y no me refiero a los que rodean a la zona de Es Vedrà y es Es Vedranell donde muchos creen que confluyen fuerzas telúricas de muy difícil comprensión sino a hechos mucho más mundanos o vulgares. Mucho más del día a día cotidiano. Se trata del poco o nulo interés que hay cuando llega el verano por las señales de tráfico, los semáforos o los pasos para peatones.

Y es que cuando llega la temporada estival, dentro de los meses donde parece que todo está permitido en esta maravillosa isla, son muy pocos los que reparan que para una mínima convivencia tranquila y segura es necesario respetar y cumplir normas que a priori parecen de fácil entendimiento. Ya saben, aquello tan sencillo que se sabe mi hijo Aitor de siete años de memoria de rojo parar, verde pasar y amarillo tener cuidado. O aquello que no parece tener más complejidad que cruzar de lado a lado en una carretera por donde hay unas rayas pintadas de blanco, frenar con el coche cuando ves algo que pone stop o pensar que el otro tiene preferencia y hay que cederle el paso cuando lo que hay es un triángulo mirando para abajo.

Entiendo que cuando vas a otro país, donde el lenguaje, el alfabeto y la caligrafía son diferentes a las nuestras los primeros días pueden ser complicados pero en Ibiza todo está escrito en castellano, catalán, inglés y las señales son universales para todos. Además, la mayoría de los que no las respetan vienen de países teóricamente civilizados donde seguramente, en su día a día cotidiano, cuando son personas formales, ordenadas y respetables, las cumplen. ¿O acaso allí no hay señales de stop, los semáforos solo se usan para dar color en las noches de Navidad o los pasos de cebra son un elemento decorativo en el que hacerse una foto como hicieron los Beatles? Y ojo, que no son los únicos. Sería injusto atribuirles todos los méritos a los que vienen de fuera a pasar unos días porque también tienen mucha culpa muchos de los residentes que trabajan en temporada estival y que usan nuestras carreteras como un circuito de carreras o un parque de atracciones donde jugarse la vida por no cruzar por donde toca.

Seguro que pensarán que soy un exagerado, que no es para tanto y que esto también pasa en otros muchos lugares de España y del mundo. Sí, es verdad, pero no me vale aquello de mal de muchos, consuelo de tontos porque desgraciadamente hay zonas donde cualquier día va a pasar una desgracia y entonces llegará el momento de las lamentaciones.

Una está en la Avinguda 8 de Agosto de la ciudad de Ibiza. Justo antes de llegar a la discoteca Pacha hay un paso de cebra que prácticamente ningún conductor respeta, ni en una dirección ni    en otra, y en la que, lo digo por experiencia, cruzar al otro lado es prácticamente jugarse la vida. Todos los días paso por allí al menos un par de veces y siempre hay alguien que va a más velocidad de la permitida y quien no aminora la marcha mirando al paisaje, al teléfono móvil o a cualquier cosa que hay a su alrededor menos a lo que interesa.

Tampoco hace falta irse muy lejos para descubrir que en la rotonda que todos conocemos como de los podencos, a muy pocos metros del citado paso de cebra, las señales de ceda el paso suelen ser un aliciente para pisar el acelerador lo más posible sin frenar como marca la señal y sin que, en la mayoría de los casos, se indique con el intermitente la dirección que se va a tomar. Y por supuesto, unos metros más allá, en el semáforo que hay al inicio de la Avenida de Santa Eulària, viendo que se acerca el color rojo son muchos los que continúan no sea que tengan que esperar unos minutos parados sin olvidar que depende de la hora lo único que hagan sea llegar antes al atasco de turno. Lo mismo con los dos semáforos que hay antes de llegar a la confluencia con la calle Bartomeu Roselló que, para muchos, parecen meros elementos decorativos.

Pero ojo, que también los peatones tienen buena parte de culpa como queda demostrado en la misma Avenida de Santa Eulària, día sí y día también. Solo en el pequeño tramo que hay hasta llegar a la rotonda de los podencos, son muchos los que literalmente se arrojan para cruzar por donde les da la gana, sin importarles que haya pasos de cebra a muy pocos metros o semáforos con un curioso y sencillo mecanismo en el que si das a un botón rápidamente se pone en verde para que se pueda cruzar sin peligro.

En fin, que son misterios sin resolver en Ibiza. Misterios que conviene no tomarse muy en broma porque son más serios de lo que parecen si no queremos lamentar alguna desgracia. Y porque, señores, creo que son cosas relativamente fáciles de entender. Ya saben, como dice mi hijo de siete años, rojo parar, verde pasar… y solo cruzar por el paso de cebra…