Era mi octavo cumpleaños, un 14 de noviembre de 1986. Mi hermana llevaba días asegurándome que no me regalarían la Barbie que anhelaba y anticipándome que mis padres me despertarían con alguna prenda de ropa, con unos zapatos nuevos y con algún libro (además del ramito de rosas fragantes que mi padre siempre me traía con la sonrisa más bonita del mundo). Pero ocurrió. Lo recuerdo de una manera tan cercana y real que todavía sonrío al reproducir a aquella niña desenvolviendo un paquete ligero y cuadrado, para descubrir dentro a la muñeca con la que soñaba.

No era una Barbie común, sino que mi madre me contó que era Barbie periodista, aquello en lo que yo soñaba convertirme y, hasta hoy, nada ni nadie había roto esa ilusión.

No saber inglés y desconocer el significado de «Day To Night» me hizo creer que aquella preciosa y rubia figura representaba a una cronista que por el día acudía a la redacción de su periódico, con su maletín y teléfono propios, para por las noches convertir su elegante traje de chaqueta rosa en un look compuesto por una falda de tul y un body brillante con los que triunfar en cualquier cóctel.

Les traigo esta historia a colación porque hoy, mientras escuchaba una noticia donde hacían referencia al estreno de la nueva película sobre este icónico personaje, protagonizada por Margot Robbie y Ryan Gosling, he sabido la verdad, y lo cierto es que me ha dado exactamente igual. Robbie ha acudido a una premier homenajeando a aquella versión de Barbie del 85, la primera con un cariz feminista, ya que mostraba a una mujer independiente y trabajadora, y la coincidencia me ha parecido deliciosa. Así he sabido que aquel año Matel decidió mostrar a la muñeca como una ejecutiva de día y una mujer elegante, moderna y lista para cualquier fiesta por la noche. Barbie estaba cambiando y con ella la mentalidad de muchas mujeres. La gran juguetera nos instaba a jugar a ser profesionales en cualquier materia, y no solo madres, y nuestros «bebés pelones» quedaron relegados a un armario. Al final, eso es lo que desgrana el largometraje de la actriz, directora, guionista y productora, Greta Gerwig, quien ha firmado cintas como Nights and Weekends, Lady Bird o Mujercitas: un nuevo feminismo donde el hombre, en este caso Ken, es un complemento más de la mujer, rompiendo la clásica imagen que todas teníamos de una pareja.

Aunque habrá quienes critiquen su universo, lo que esta directora nominada al Oscar ha hecho es dar vida a una aventura sarcástica y profundamente feminista que te reta a reír o llorar, aunque estés hecho de plástico.

Las niñas que fuimos, esas que jugaron con coches, con canicas, cartas, saltarinas o tabas, aquellas que criaron gusanos de seda por puro placer y se subían a los árboles para conseguirles hojas de morera y las mismas que cazaron luciérnagas, nunca quisimos ser dulces, buenas y sumisas como «Tarta de fresa», sino que hacíamos carreras en bici hasta terminar con las rodillas desolladas, mientras patinábamos en pistas imposibles. Nosotras leíamos a los Hollister y a los Cinco y teníamos en nuestros hermanos y en los vecinos del barrio a la mejor pandilla de aventuras del mundo. Tener una Barbie no nos hizo soñar con unas medidas imposibles, ni nos creó tantos complejos e inseguridades como lo hacen hoy las redes sociales. En mi caso me hizo vestirme de futuros en los que escribiría este artículo desde mi despacho para, acto seguido, calzarme alguna prenda maravillosa y salir a disfrutar de una deliciosa noche de verano.

Es cierto que ahora sé que mi Barbie no era periodista, pero no pasa nada, porque representaba a una mujer feliz de día y de noche y, además y sin quererlo, al final he terminado convertida en empresaria, o en ejecutiva, como dirían los americanos. Aunque el rosa no es mi color preferido, me parece increíble la campaña de marketing que han hecho en Google tiñendo la pantalla de este color cuando escribes «Barbie» y, qué quieren que les diga, yo hoy he decido rendirle un homenaje apostando por un mundo en el que la ironía, el sentido del humor, las luces y las cosas bonitas convivan sin antipatías.