María Cardona ha cumplido cien años en Formentera. Por ese motivo en este periódico hemos publicado una entrevista que tuve el placer de hacerle hace algunos días. Confieso que soy un amante de las charlas con nuestros mayores, me encanta ver a Juanan Torres en su Cadira des Majors escudriñando con maestría en los recuerdos de nuestros mayores, que nos regalan su testimonio de vida, nuestra historia reciente no escrita en los libros. Ibiza y Formentera están inmersas en el glamour, el turismo de lujo y en las fotos chic en Instagram, pero no debemos olvidar que hace pocos años en este territorio había que ingeniárselas para salir adelante con los recursos del trabajar la tierra.

La conversación con María fue para mí una lección bestial de humanidad e inteligencia. Siendo bebé quedó en manos de sus abuelos, quienes desesperados por la nula alimentación de la pequeña se las ingeniaron para amamantarla de las tetas de una cabra, lo que salvó la vida de esta centenaria mujer.

María contaba que tenía la sensación de haber vivido catorce vidas y no es de extrañar. Los aviones sobrevolaban la isla durante la guerra civil y las familias se escondían aterrorizadas. La posguerra trajo más miseria y necesidad a una isla sin recursos. Y de repente: ¡los alemanes! Aquella gente de raro hablar descubrió un paraíso virgen y todo cambió. María descubrió alimentos cuya existencia desconocía, pintaba casas de alemanes y cosía para ellos y eso le reportaba dinero para tirar adelante una familia de cuatro hijos con un marido impedido.

Y todo explicado, sin lagrimas, con chascarrillos y muy buen humor. Pero me quedo con una frase de María: «El turismo ha sido la riqueza de Formentera y también será su perdición.

Quizá si escuchamos a nuestros sabios abuelos, estemos a tiempo de evitarlo.