Turismo y sostenibilidad son dos conceptos que se dan de bruces. La actividad turística es una gran consumidora de recursos y genera ingentes cantidades de residuos de todo tipo.

Si en la ecuación añadimos la masificación en los meses de temporada alta, en parte provocada por los miles de plazas ilegales, la sostenibilidad ni está ni se la espera.

Las empresas del sector van tomando conciencia y aplican algunas medidas para atenuar su huella ecológica, pero en la mayoría de los casos son más postureo que efectividad.

Pero siempre hay excepciones y por fortuna en Formentera el empresario Joan Boned se ha tomado muy en serio el respeto al frágil entorno de la isla, que por otra parte es el que alimenta su grupo de empresas con dos hoteles y tres restaurantes.

Boned decidió invertir hace años en la recuperación para el cultivo de la enorme finca que va desde el Camí Vell de la Mola, hasta la playa de Migjorn (es Mal Pas).

A la siembra de cebada y trigo xeixa se sumó la plantación de miles de olivos para la elaboración de aceite, higueras autóctonas para comercializar higo fresco y seco, de la forma tradicional de la isla.

Además de darle una nueva vida a la tierra, garantiza una oferta gastronómica de excelente calidad.

Ahora Boned cierra el circulo con una instalación trituradora y compostadora, para reducir el 100% de los residuos orgánicos de los restaurantes del grupo y de los clientes alojados en sus establecimientos. De ese modo los desechos acabaran convertidos en un abono de gran calidad que fertilizará de nuevo los cultivos propios.

Boned ha manifestado su voluntad de seguir caminando en la misma linea y los siguientes pasos serán en la producción de energías limpias.

El ejemplo de Boned debería cundir en nuestras islas y así podríamos empezar a hablar en serio de sostenibilidad.