Siempre defenderé y estaré a favor de la liberación de los territorios ocupados de Gaza. De la independencia de Palestina frente al opresor estado de Israel y de que la comunidad internacional no puede mirar para otro lado mientras el estado que preside Benjamín Netanyahu sigue siendo apoyado por sus poderosos aliados. Y por supuesto, seguiré denunciando que los palestinos llevan décadas sufriendo atrocidades y abusos por parte del ejército israelí y viviendo en una situación de bloqueo y aislamiento totalmente injustificada.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte reconozco que cada vez me lo ponen más difícil y el ataque sin precedentes por tierra, aire y mar del grupo terrorista Hamas que gobierna de facto en la franja de Gaza ha sido la gota que ha colmado el vaso. Intento convencerme a mí mismo repitiéndome que no todo el pueblo palestino es el que ha lanzado a esta operación salvaje sino unos locos a los que les ha lavado el cerebro y que son el resultado de años y años de abusos y asesinatos, pero eso solo hace que aumentar mi desazón y mi tristeza. Y es que al final, como suele pasar en estas cosas, en cualquier guerra o acto terrorista, siempre sufren los más pobres. ¿O es que ninguna cabeza pensante de estos terroristas de Hamas pensó en las enormes repercusiones que esto iba a suponer para su propio pueblo? ¿De verdad que ninguno de ellos reparó en que Israel es mucho más poderoso que Palestina y que la respuesta iba a ser mucho más contundente? ¿Nadie pensó en qué condiciones quedarían los suyos, ya de por sí abandonados a su suerte desde hace ya demasiados años? O lo que es peor… ¿ninguno de ellos pensó en que ninguna muerte justifica otra muerte y que iniciar una escalada de violencia como esta solo iba a empeorar mucho más las cosas?
Preguntas cuyas respuestas vamos conociendo durante estos días y que no dejan en muy buen lugar a los ideólogos del brutal ataque, la mayoría por cierto y según algunas informaciones, viviendo hace años fuera de Palestina. Y es que según ha explicado Raúl Inciertis, un cooperante valenciano de Médicos sin Fronteras en el diario El Mundo en estos últimos días tras la respuesta que está llevando a cabo Israel, los muertos en Palestina se cuentan por todos lados y prácticamente cualquier familia ha perdido algún ser querido. Y lo que es mucho peor «nadie está a salvo en Gaza porque se bombardea sin previo aviso cayendo las bombas cada ocho o diez minutos sin importar si son objetivos civiles o de los milicianos».
Además, «cuatro hospitales se han visto afectados por los bombardeos, están al borde del colapso, no tienen luz y trabajan con los generadores de gasoil de los que disponen para atender a los más de 6.000 heridos que se contabilizan en el lado palestino». Una situación tremendamente crítica ya que según denuncia el doctor Medhat Abás, portavoz del Complejo Médico Al Shifa, el hospital más grande de Gaza, «se están acabando los equipamientos sanitarios, el suero, las medicinas y únicamente se puede intentar mantener con vida a los heridos» mientras que otras áreas de los hospitales como unidades de cuidados intensivos o salas de maternidad han quedado abandonadas a su suerte porque de momento no son una prioridad.
Ahora, mientras el ejército israelí ha informado a la ONU para los más de un millón de palestinos que aún aguantan en la zona norte de Gaza evacúen el lugar en las próximas 24 horas, el Ministerio de Sanidad palestino está pidiendo a la comunidad internacional que ejerza presión sobre Israel para permitir la entrada de combustibles esenciales y suministros médicos y que deje corredores humanitarios para que la población civil y los niños puedan huir hacia Egipto. Algo que de momento se antoja complicado porque Israel ya ha dicho que en Gaza no entra ni sale nadie y los pasos fronterizos han sido bombardeados y están cerrados como el de Rafah, un lugar ya clásico para la entrada humanitaria desde el país de los faraones.
Pero… ¿y los israelíes de a pie? ¿Los que son como usted y como yo? Es cierto que su gobierno lleva décadas cometiendo atrocidades que han provocado que el virus del odio y de la venganza se transmita a una velocidad tremenda y que una vez dentro ya sea muy difícil extirpar, pero no entiendo qué culpa pueden tener aquellos niños que han sido decapitados, los que disfrutaban tranquilamente en un concierto por la paz o los que vivían en unas granjas en las que, ironías de la vida, apostaban por un diálogo pacífico y en concordia para conseguir una salida al conflicto. Ahora, sí que sí se les ha dado un motivo, en lugar de apostar por el diálogo y la convivencia… haciendo buena la frase del que fuera actor y presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, cuando pronunció que «la gente no hace las guerras, las hacen los gobiernos». Pero, sobre todo, haciendo aún mejor esta otra de Juan Pablo II, «la guerra es una derrota para la humanidad».