La semana pasada el ex empleado de un restaurante de la carretera de Cala Saona, disconforme con su despido por final de temporada, decidió que en lugar de acudir a los juzgados para presentar una demanda, resultaba más práctico prenderle fuego al establecimiento en el que había estado trabajando.

En este caso se trata de un local que cuenta con una gran finca cultivada en sus alrededores a su vez circundada por una enorme masa boscosa que por una parte llega hasta el mar y por otra hasta la planta de transferencia. Por fortuna, la rápida actuación de los bomberos evitó la tragedia, que podía haber sido mayúscula. El insensato fue detenido después de pasar varias veces con su coche por delante del restaurante incendiado, lo que le convirtió en sospechoso de lo que pocos minutos después acabó confesando.

El caso es, que Formentera parece ser de mechero fácil. Hace algunos años, prendieron fuego en dos ocasiones a un restaurante de la playa de Cala Saona. Tras el primer incendio, la reforma del establecimiento sirvió para instalar cámaras con las que identificaron al autor del segundo intento de incendio y este acabó confesando que había sido contratado por un restaurante de la competencia para prenderle fuego en las dos ocasiones. Años atrás otro restaurante de playa en Migjorn fue víctima de otro intento de quema, que podría haber tenido dimensiones catastróficas al estar también rodeado de una frondosa masa boscosa. Por fortuna el o los pirómanos usaron diésel en lugar de gasolina como combustible lo que evitó la tragedia.El espectacular incendio de dos naves industriales una con centenares de vehículos en su interior y la otra con toneladas de alimentos a principio de temporada, se añaden a la lista. Las investigaciones no han aclarado todavía los motivos del fuego.

Debemos añadir a todo lo dicho, el continuo incendio de coches y motos que a lo largo de los últimos años se ha convertido en costumbre en la isla. El fuego, no siempre purifica.