Una vez conformadas las nuevas Cortes Generales, investido el presidente del país y nombrado el nuevo Gobierno de la Nación, se inicia definitivamente la presente legislatura. A partir de aquí se abre un amplio abanico de especulaciones de todo tipo. Cada cual se plantea esta nueva andadura según le convenga o le pueda interesar. Como no podía ser de otra manera, Pedro Sánchez y su equipo afirman y mantienen que esta será una nueva legislatura de avances sociales y que los acuerdos alcanzados para la investidura, garantizan cuatro años de gobierno de Psoe+Sumar.
Pero claro, esta no es la opinión unánime en el mundo de la política y es precisamente a raíz de estas discrepancias de criterio, cuando han ido apareciendo interpretaciones muy variadas sobre el futuro inmediato que nos espera. Ahora bien, partiendo de la premisa de que la discrepancia puede ser muy sana, no siempre es interpretada de la forma deseable y correcta.
Cabe esperar de nuestro futuro que por nuestro bien pueda ir mucho más allá de la crispación creada sobre la necesidad o viabilidad de una ley de amnistía. La sociedad española va a tener que afrontar situaciones del día a día, que desde un punto real y práctico para la mayoría, van a ser más trascendentes que la aprobación o no de la citada ley. Por supuesto, todas ellas van a depender de las decisiones que el nuevo Gobierno vaya tomando.
Sin duda, el escenario que se nos presenta no es en ningún caso un camino de pétalos de rosa sobre el que caminar. Con toda seguridad en la nueva andadura política habrá pétalos, pero también habrá espinas que van a dificultar el recorrido. Por lo que se puede deducir fácilmente, es previsible que sean numerosos los obstáculos que el nuevo ejecutivo deba sortear y esas dificultades pueden llegar de diversos rincones de la política. La derecha, la izquierda y los nacionalistas o independentistas ya vienen anunciando duras batallas.
Hay diversas formas de hacer oposición según mi modesto entender y por lo que se viene anunciando el Gobierno va a tener que hacer frente a la previsible oposición externa, pero además se va a encontrar con una ya anunciada oposición interna. La externa es, por supuesto, la que van a desempeñar los socios de la derecha y la extrema derecha, cuyos destinos están indefectiblemente unidos, por más que de forma poco efectiva, se esté intentando hacer ver desde el PP que son opciones claramente diferenciadas.
Los insultos y falsas acusaciones que ambas formaciones lanzaron en el último debate de investidura, sumados al desesperado intento de internacionalizar un conflicto político interno, no han hecho más que hacer resaltar muy poca elegancia a la hora de aceptar el resultado de unas reglas democráticas, dando la sensación de que las mismas tan solo son aceptables si favorecen a la derecha. Lo cierto es que el intento de trasladar el debate de una ley que todavía no está ni aprobada en nuestro país, al pleno del Parlamento Europeo, ha servido para poner en evidencia al PP. Para demostrar el poco interés y la nula preocupación que el tema suscita en Europa, bastará recordar que de 700 diputados que componen el Parlamento Europeo, tan solo asistieron al debate 100, siendo la gran mayoría de ellos españoles.
Por el otro lado, la oposición interna la puede tener el Gobierno de Sánchez desde dos flancos de quienes votaron a favor de su investidura. En un caso están los ofendidos/as diputados/as de Podemos, quienes parecen dispuestos a llevar su lucha fratricida con Sumar, al seno del Congreso de diputados. El solo hecho de anunciar su funcionamiento al margen del grupo de Sumar, ya denota muy poco rigor institucional y sentido de lo que es la lealtad. No deberían olvidar que están donde están por haber formado parte de las listas electorales de Sumar y que les guste o no, ya llevan un tiempo en clara línea descendente como Podemos.
El otro flanco que puede complicar y desestabilizar la legislatura, está en los partidos independentistas catalanes, ya que a ciencia cierta nadie sabe cual vaya a ser su reacción, si alguna de sus aspiraciones descritas en los acuerdos firmados, no se transforma en la realidad que ellos pretenden y en el plazo que ellos se hayan marcado. Habrá que hacer verdadero encaje de bolillos desde el Gobierno del Estado, lo que nos lleva sin ninguna duda a una legislatura de permanente negociación y con una parte de los socios de dudosa fidelidad.
Unos y otros, independentismo y derecha tienen tendencia a creerse en posesión de la única verdad, lo que les lleva a todos ellos a acabar mostrándose con una prepotencia poco deseable. La realidad solo puede pasar por un camino, el del acatamiento de las leyes en su más amplio sentido. Todo aquello que esté en el marco de la Constitución, debe ser acatado y no cabe ponerlo en duda, de otra forma nos podemos salir de camino de la democracia.