Consell de Formentera. | Irene Arango

Los políticos del Consell de Formentera (que no los técnicos) hace tres semanas que andan como pollo sin cabeza. Los responsables de gobernar la institución van dando bandazos sin rumbo fijo, eso si, bien atados a la silla, no vaya a ser.

La indignación ciudadana es supina y en los bares, las tiendas y las calles de la isla, no se habla de otra cosa que no sea el espantoso ridículo de unos políticos que recibieron la confianza ciega de la ciudadanía el pasado mes de mayo, obteniendo la mayoría absoluta en las urnas.

«Dimite ya» «no, dimite tú que yo no» y así andamos a las puertas de las primeras navidades en el poder de una formación que iba a abanderar el necesario cambio político en la isla.

Las quinielas que están haciendo los ciudadanos son de lo más curiosas y en algunos casos rocambolescas. Algunos piensan que Córdoba acabará gobernando con la oposición, otros que acabará destituyendo a Alcaraz y Castelló y continuará con el resto de Sa Unió y el apoyo puntual de la izquierda, también está la hipótesis de una moción de censura que deje fuera de la ecuación al actual presidente. Pero en ninguna de las cábalas que el subscriptor ha escuchado se contempla ninguna dimisión.

Debe ser que tenemos tan asumido que en este país no dimite nadie, que lo vemos como algo normal.

Estos políticos pasarán a la historia como los protagonistas del espectáculo más lamentable de la biografía del Consell de Formentera. Nadie les va a recordar por su buen hacer, por una gestión impecable en la mejora de la vida de las personas. No pasarán a la historia sus logros para el bien común. Se les recordará por el grotesco y surrealista circo en el que han sumido a la noble institución que representa a todos los ciudadanos de la isla.

Yo, dimitiría.