Leo en La Sal a mi querido Paco Pérez, que como Jekill y Hyde pasa a veces de Holmes a Moriarty, sobre la detención de unos mafiosos paramilitares de Europa del Este que se hacían pasar por futbolistas. La operación Neckars ha sido un nuevo éxito de la Guardia Civil, y nos enteramos que tales criminales hacían de Ibiza uno de sus refugios.

Nada nuevo bajo el sol pitiuso, paraíso de almas descarriadas y refugio de cuantiosos hampones que deciden gastar en nuestras islas el botín ganado con el sudor de otras frentes. Así no extraña la tremenda inflación y precios indecentes en la isla de Bes. Nadie gasta más alegremente que el ganador del casino o el pirata que logra regresar a puerto o el criminal que ha dado un golpe maestro.

Y esto de hacerse pasar por futbolistas tiene mucho sentido. La estética habitual del jugador de balompié suele ser de lo más sospechosa. Por algo se dice que el rugby es un deporte de rufianes jugado por caballeros y el futbol un deporte de caballeros jugado por rufianes.

Por supuesto que en el crimen organizado también hay clases. Qué decir de La Pantera Rosa, que hace unos veranos asaltó unas cuantas mansiones de Porroig. Llegaron por mar, subieron la afilada pendiente y con un spray durmieron a perros, caseros y guardianes. El botín fue tan suculento como nada sangriento.   

Pues en Ibiza también hay bandas de guante blanco, más difíciles de identificar que los vulgares mafiosos llenos de tatuajes que circulan en bólidos nada aptos para los caminos pitiusos y son asiduos de reservados donde les toman el pelo.