Los diputados rebeldes se dirigen al Parlament para anunciar la destitución de sus dos excompañeros | Jaume Morey

La implosión de Vox en Baleares tiene pocas explicaciones lógicas. Las que se han ofrecido hasta el momento por ambas partes son más que cuestionables. Básicamente porque pasan todas ellas por temas meramente personales que no justifican reventar un partido al que tanto le ha costado llegar a donde ha llegado y que tiene en sus manos algo tan importante como es la gobernabilidad de las Islas. Hablamos de cinco diputados díscolos cuando realmente deberíamos referirnos a cinco políticos tránsfugas que, como bien dice la presidenta de la formación en el archipiélago, la ibicenca Patricia de las Heras, «han secuestrado» al grupo parlamentario y, con ello, todos los medios y privilegios de los que goza ese mismo grupo, cuando hoy, al menos cautelarmente, no representan a Vox.

No creo, la verdad, que los cinco hayan hecho todo esto pensando en el transfuguismo. Me da la impresión de que no esperaban la rápida reacción de Vox a nivel nacional y mucho menos la apertura de un expediente de expulsión. Puede que este acabe en nada. Pero el daño ya está hecho y la imagen de la formación en las Islas se ha visto muy perjudicada en un momento en el que, en toda España, el partido está observando, con preocupación, cómo las encuestas les dan cada vez menos relevancia. Nada nuevo considerando las experiencias de Ciudadanos y Podemos. Supongo que a Sumar le espera el mismo destino.

El Govern de Prohens, por su parte, debe afinar muy mucho ahora. Su imagen también puede verse muy afectada si para mantenerse ha de hacerlo de la mano de diputados expulsados de las formaciones con las que llegaron a la Cámara autonómica. Los cinco díscolos/tránsfugas y Llorenç Córdoba pueden garantizar al PP una legislatura relativamente tranquila. ¿Hasta cuándo? ¿A cambio de qué?