El diputado de Vox en el Congreso por Baleares, Jorge Campos, ante el Juzgado. | Europa Press

Gatillazo, este sería el resumen de la bravuconada provocada por Jorge Campos y sus secuaces en el Parlament. Inentaron hacerse por las bravas con la presidencia de la institución desahuciando de malas maneras a Gabriel Le Senne y a la propia presidenta del partido, pero el tiro les ha salido por la culata. Los de Idoia Ribas están pagando su inexperiencia política y su ambición personal. Han abierto en canal el partido y, con ello, han acelerado el proceso de desintegración que les auguro, mimetizándose con su alter ego en la izquierda: PODEMOS; no sin antes sentenciar su carrera política y quedar señalados de por vida con la marca de la traición.

Prohens sabe que las encuestas internas todavía no le dan para alcanzar los 30 diputados y por ello no tiene previsto jugársela y adelantar las elecciones, pero sabe que estos constantes episodios la refuerzan como la opción de gobierno del voto conservador. VOX es sólo una reacción espontánea que quedará como una nota al margen en la historia política de este país. Finalmente, no habrá expulsiones y tan sólo quedará el ridículo mayúsculo que han protagonizado ellos mismos sin venir a cuento. En Ibiza su irrelevancia ya es una realidad y esta situación no tardará en extenderse a nivel autonómico y estatal. Sus votos frenan el cambio que ambiciona medio país y su discurso falaz, retrógrado e inconsistente alimenta a una izquierda que centra su estrategia en el miedo.

La presidenta del ejecutivo balear emula la estrategia de su homólogo en el Consell con un perfil bajo, dejando que ladren, marcando perfil institucional y dejando que sean otros los que muerdan a los del olor a cerrado. Por mucho que le duela al desnortado Negueruela, el PP suma apoyos y pierde lastre con cada crisis de VOX.