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Hace unos días escuchaba en una entrevista radiofónica a una especialista en protección de datos personales. Una de los comentarios que me llamó especialmente la atención, fue cuando expreso que las aplicaciones tecnológicas relacionadas con la salud; las que usamos para hacer deporte, caminar, controlar la tensión, el sueño, etc. almacenan información personal que después podrán vender a aseguradoras o bancos para que valoren la posibilidad de concedernos un préstamo o un seguro.
Una de las verdades sobre la tecnología es que las aplicaciones están diseñadas para que permanezcamos en ellas el mayor tiempo posible. Por cada segundo que estamos conectados a una pantalla, transferimos información personal e íntima sobre nosotros mismo, que no sabemos donde puede terminar o quien la puede adquirir. El Servicio de Información Comunitario sobre Investigación y Desarrollo (CORDIS) perteneciente a la Unión Europea expresaba: «En la actual economía digital, en constante crecimiento y expansión, los datos personales se han convertido en un producto básico tan valioso como el dinero en efectivo».

El concepto huella digital o sombra digital se utiliza para definir los registros y rastros que dejamos cuando utilizamos internet. Es decir, se conforma por el conjunto de nuestro comportamiento en el entorno digital; como interactuamos, el contenido que publicamos, lo que compartimos, lo que decimos y cómo lo manifestamos. Existen dos tipos de huellas digitales: las pasivas y las activas, que se diferencian por el consentimiento informado. Las actividades de intercambio de datos en línea que se efectúan intencionadamente o con consentimiento informado conforman su huella digital activa. La definición de huella digital pasiva se refiere a los datos recopilados cuando se rastrean sus actividades en línea sin su consentimiento informado ni su conocimiento.

Entorno a la venta de datos personales han aparecido nuevas empresas denominadas data brokers. Según el INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad) las Data Brokers son empresas que recopilan datos de la vida real y virtual de las personas desde diferentes fuentes de datos para venderla a terceras empresas con fines lucrativos. Cuanto más íntima y sensible sea la información, más valor tiene.

Algunas tecnológicas ya han sido sancionadas por la venta indiscriminada de los datos personales de menores. Los jóvenes están doblemente expuestos a estos riegos. Por un lado, no tienen adquirida la capacidad de regulación de la información personal. Y, por otro lado, son más receptivos a las influencias de las grandes tecnológicas. Posibilitando un entorno manipulativo peligroso, dado que muchos de estos datos están enfocados a la publicidad y la incitación al consumo.
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