El exasesor del exministro José Luis Ábalos, Koldo García, este lunes en su comparecencia en el Senado. | Europa Press - Eduardo Parra

Estoy impaciente por ver la actuación del exministro y exsecretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos. Su alter ego, Koldo García, en su deposición –y nunca mejor dicho– ante la comisión de investigación del Senado, ofreció un testimonio fiel de lo que se puede esperar de un portero de puticlub de Pamplona, que gracias a no se sabe bien qué virtudes, fue ascendiendo en la política gracias a su carné del PSOE, hasta llegar a ser asesor de un ministro, consejero de Renfe y custodio de los avales del propio secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez. Acogiéndose a su derecho a no declarar, al estar imputado, el aizkolari favorito del presidente del Gobierno no decepcionó. Al retar a los miembros de la comisión a llamarle «cuando me declaren inocente», le faltó ponerse un palillo en la boca y advertir a sus señorías de que era capaz de partirles a todos el pescuezo con un leve movimiento de su dedo meñique. Porque por más que se le investigue por haber cobrado comisiones por la venta de mascarillas, Koldo es inocente hasta que un tribunal, tras un juicio justo, declare lo contrario. Sólo en ese contexto, un gangoso como el senador del PP Luis Santamaría se atrevería, sin levantar la mirada del folio donde alguien más cualificado pero mucho más podrido que él, le escribió lo que debía leer, a llamar a Koldo «la peor clase de personas que puedan existir en una sociedad» y «hombre sin alma capaz de aprovecharse de las desgracias de las personas». Koldo le respondió, muy acertado, que esas acusaciones «las está diciendo por decir porque todavía la Justicia no ha dictaminado» y que «se cree el ladrón que todos son de su condición». Lo mejor fue cuando el senador se quejó y el bueno de Koldo le espetó: «¡Sí hombre! ¡Ha estado hablando usted 40 minutos y no puedo hablar yo dos!». Casi lo fulmina con su mirada. Tiene suerte de seguir vivo.