Hace tiempo vi la fantástica película A la sombra de Kennedy y allí, el presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Johnson, interpretado a la perfección por un fantástico Woody Harrelson, asegura aquello de «lo que pienso de la guerra de Vietnam es que no quiero pensar en la guerra de Vietnam». No en vano, este presidente, que ocupó el cargo tras el asesinato de John F. Kennedy en noviembre de 1963 ha pasado a la historia fundamentalmente por su papel en la que ha sido considerada como la guerra más impopular en la historia de Estados Unidos ya que, entre otras cosas, aprobó en julio de 1965 mandar más de 100.000 jóvenes soldados norteamericanos a combatir en un conflicto que cuando terminó dejó más de dos millones y medio de muertos.

Hay quien dice que la historia es cíclica y que hay que aprender de nuestros errores y hoy, casi sesenta años después, sería bueno que otro presidente de los Estados Unidos se lo hiciera mirar. Se trata del veteranísimo Joe Biden a quien su apoyo a Israel, a pesar de que su brutal ofensiva en Gaza haya dejado más de 35.000 palestinos muertos y casi 80.000 heridos, se le está haciendo bola con miles de estudiantes protestando en multitud de universidades del país en apoyo al pueblo palestino. Son imágenes que nos recuerdan a las revueltas populares que los que somos más jóvenes hemos visto en películas o en documentales o escuchado a nuestros mayores con la única diferencia de que hoy todo es más viral, existen las redes sociales y hay muchos mas medios para que rápidamente se extienda a otros países civilizados.

Y ojo que no tiene pinta de que esto vaya a frenarse así como así a pesar de que Biden y la Casa Blanca ha dado orden de estrechar el cerco y combatir a «nivel municipal, estatal y nacional» contra los estudiantes que han ido aumentando sus protestas. Y es que lo que empezó como una pequeña revuelta cuando Israel decidió responder a la ofensiva de Hamas se ha convertido en movimientos mucho más organizados, con campamentos y ocupaciones de edificios en más de 50 universidades de todo el país, incluyendo las prestigiosas de Columbia, UCLA en Los Ángeles, Austin, Boston, Washington o Harvard, y demostrando una vez más, que la fuerza no siempre es la manera más efectiva de poner fin a un conflicto. Y es que a pesar de ya hay más de 1.200 detenidos, la lucha sigue y el grano en el culo del presidente de los Estados Unidos sigue aumentando de tamaño.

Además, los mensajes no pueden ser más directos y contundentes denunciando directamente lo que consideran «la complicidad» del presidente con su tradicional aliado estratégico durante las últimas décadas y exigiendo en universidades como Columbia, que se deshagan de sus vínculos financieros con Israel a pesar de que muchas de sus becas o donaciones dependen directamente de este lobby tan poderoso. Un reflejo por otro lado de la cada vez mayor polarización sobre el tema que se vive en la sociedad norteamericana y que vienen denunciando desde hace ya tiempo los expertos en la materia y a la que Biden parece empeñado en mirar hacia otro lado con ruedas de prensa en las que no acepta preguntas de los periodistas y sin importarle, a priori, que su imagen caiga en picado en las encuestas de intención de voto.

Porque lo que no se está dando cuenta el presidente es que a su gente ya no le vale con que sea equidistante y que vaya de bueno pidiendo a Israel que cese su ofensiva contra dos millones de civiles que viven en condiciones infrahumanas en Rafah. Porque sus jóvenes le están pidiendo que sea valiente y que de una vez por todas tenga el valor de plantar cara a su aliado estratégico y condene la barbarie del gobierno de Netanyahu si no quiere seguir siendo visto como un cómplice para muchos de sus conciudadanos y que esto sea su tumba política definitiva como presidente de los Estados Unidos.

Nunca es bueno desdeñar el poder que pueden llegar a tener grupos de estudiantes indignados en una sociedad como la nuestra donde todo se extiende rápidamente y sin que sea tan fácil de frenar como pudiera ser en los años de la Guerra del Vietnam. Y si no que se lo digan a Lyndon B. Johnson quien seguramente soñó durante toda su vida con su papel en la Guerra de Vietnam. Hoy aquella frase que pronunciaba Woody Harrelson la podría firmar el propio Biden, cambiando Vietnam por Gaza, y aunque no sé si aún está a tiempo de cambiar las cosas si que debería ser valiente… aunque eso, en política, y en un país tan importante como Estados Unidos, nunca es fácil.