Quedan exactamente seis días para que las partes implicadas en el conflicto del sector del transporte de turistas, discrecional por carretera, lleguen a uno de estos dos acuerdos: un pacto final que desconvoque la huelga anunciada para el próximo fin de semana o, en su defecto, un pacto entre caballeros para que el desarrollo del paro no tenga consecuencias graves.

El Govern está dispuesto a decretar unos servicios mínimos del cien por cien, paradoja casi tan estrambótica como el llamado crecimiento cero. Crecer cero es no crecer, lo mismo que un servicio del cien por cien, no es mínimo, sino máximo. Pero hay que entender lo mucho que se juega Balears en esta huelga.

Los sindicatos y los trabajadores han montado en cólera al ver peligrar los efectos de su decisión. Si todo funciona perfectamente, su huelga no tendrá las consecuencias perseguidas: cuanto peor, mejor. Ellos buscan el caos total en aeropuertos, hoteles y puntos de concentración de viajeros sumidos en la confusión y el abandono, maletas incluidas.

Por ello han puesto el grito en el cielo y han tenido un desliz: han anunciado incidentes "y no leves" si se montan estos servicios que, realmente, de mínimos no tendrán más que el nombre. Pero su amenazante actitud no es de recibo. Entra de lleno en el chantaje porque no se puede recurrir a la violencia, ni como simple amenaza, para llevar a cabo su propósito. En este caso, despropósito.

Hay que pedir un comportamiento civilizado, lo que supone que si hay piquetes, han de ser informativos de verdad y no grupos de coacción, amenazantes y violentos. Los incidentes no deben producirse y menos programarse. A ver si hay un máximo del cien por cien de cordura para evitarlos.