Hace casi dos años, paseando por las Avenidas de Palma de Mallorca, junto a un renombrado centro comercial, me encontré con Cristina, una joven desahuciada de 25 años a la que dediqué a mi regreso un artículo en la prensa local ibicenca (La dimensión humana de la crisis).

Esta tarde nos hemos reunido con un representante de una recién formada asociación en defensa de un alquiler asequible en nuestra isla. Aunque con singulares diferencias, su discurso me ha recordado a aquella chica, y, aunque su reivindicación pudiera parecer diferente o distante a las necesidades de aquella Cristina, tenían éstas un mismo fondo. Un grupo de gentes comunes se han unido en esta ocasión para reivindicar de las autoridades pertinentes y de la sociedad en general una vivienda de alquiler digna, acorde con sus salarios, con su nivel de renta. Solicitan de las diferentes fuerzas políticas soluciones a su problema, que no es otro que el poder vivir en una vivienda normal sin tener que dedicar del 80 al 100% de su salario en el pago mensual de la renta. Ha quedado en evidencia una realidad isleña, la vivienda es inaccesible a la mayoría, sea en propiedad o en alquiler, y son muchos los que sufren continuas pequeñas migraciones de una casa a otra cuando llega la temporada de los alquileres turísticos, en la que una cantidad nada desdeñable de propietarios oportunistas y despiadados "echan" literalmente de sus propiedades al fiel inquilino del invierno para hacer su particular agosto, algo que, salvo excepciones, vulnera de modo flagrante la legislación vigente, pues quedan los alquileres de vivienda sujetos a la LAU (Ley de Arrendamientos Urbanos), que establece la obligatoriedad de prórroga hasta los cinco años. La ley no se cumple, pero eso no parece ser una novedad en nuestro entorno. Y, cuando eso ocurre, debe la Justicia ejercer su equilibrio, pero tampoco ocurre, pues ésta es lenta y costosa (Ley de Tasas Judiciales, esperas de 4 o 5 años, necesidad de recurrir a instancias judiciales superiores en Palma con los consecuentes gastos, etc., que la hacen en definitiva, bien por lentitud, bien por inaccesibilidad, INJUSTA). De tal modo que la balanza siempre se inclina hacia los poderosos, que siempre llevan ventaja. No les descubro nada nuevo.

Hemos explicado a tan digno representante nuestras propuestas en esta materia, que se resumen en cuatro líneas programáticas básicas:

A- Los bancos rescatados con dinero público, como Bankia, deben poner a disposición de la sociedad un gran número de viviendas para alquileres sociales, con rentas que trabajadores con salarios mensuales de 600 € o incluso menos, puedan pagar. Para eso les hemos rescatado con los recursos del Estado, con nuestros impuestos. No para que hayan repartido tarjetas opacas o se hayan asignado sueldos anuales millonarios que la inmensa mayoría no llegarán a ganar en toda su vida laboral completa. Este pool de viviendas que actualmente están desocupadas en espera de venta (o de ruina por descuido en su mantenimiento), podrían ser puestas en el mercado con precios accesibles de renta en torno a 250-350 €, con cargo al pago de la deuda contraída, que intuyo nunca satisfarán a las arcas públicas.

B- La CAIB, los Ayuntamientos y las empresas públicas dedicadas al efecto deberían poner una parte de sus recursos a disposición de este fin. Con una inversión no demasiado sustanciosa podrían construirse cientos de viviendas sociales, que vendrían a paliar sustancialmente el problema. El Ibavi tendría una función primordial en este sentido, pues podría acometer, además de inversiones en vivienda social, labores de mediación entre propietarios e inquilinos que evitarían abusos.

C- Los alquileres ilegales, como lo son los denominados "de temporada" en nuestro medio (salvo aquellas viviendas que disponen de licencias de alquileres turísticos oportunamente autorizadas por el Consell Insular), deben ser denunciados y perseguidos, tanto por los particulares, como por las autoridades, pues, además de resultar tremendamente injustos y ocasionar precariedad, suelen devenir en fraude fiscal, esa lacra que azota nuestra sociedad y lastima de modo tan injusto la equidad y el reparto de la riqueza. Se estima que el fraude fiscal en nuestro país se cifra en torno a los 70.000 millones de euros anuales, o sea, alrededor del 7% del PIB y un 25% de los presupuestos del Estado. Si ingresáramos los dineros de quienes defraudan sistemáticamente a la Hacienda Pública, no solo podría rebajarse la presión fiscal (lo que conllevaría un calentamiento de la economía y por ende una mejoría en el nivel de vida general de la población), sino que podrían ofrecerse más y mejores servicios (reducir listas de espera en la Sanidad, más médicos, hospitales bien dotados, mejor sistema educativo, pensiones mayores, etc.).

D- La instauración de las anteriores medidas conllevaría una mayor competitividad que, secundariamente, regularía per se el mercado, consiguiéndose una sustancial rebaja de precios en consecuencia.

Las propuestas de UPyD, nuestras propuestas, son realistas, sostenibles, realizables. No prometemos entelequias, ni nos dejamos llevar por populismos oportunistas. Somos consecuentes con todo cuanto suscribimos en nuestro programa. Podríamos haber propuesto a nuestro interlocutor esta tarde ayudas económicas para el alquiler, subvenciones varias o qué sé otra promesa irrealizable, como harán otros con el fin de recabar votos. Nuestro grupo está formado por gentes sencillas, honradas, que creen en un proyecto de franca mejoría social y económica, que detesta el despilfarro del erario público, que persigue la corrupción allí donde se produce (léase caso Bankia), que propugna la igualdad, la justicia, la equidad, … y, sobre todo, que predica con el ejemplo. En nuestras listas electorales no hay NINGUN imputado, en nuestras filas tampoco, en nuestro ADN eso es imposible…

En junio de 2013, Cristina mereció, en el anonimato que representaba a toda una juventud desesperanzada, mi consideración y la de quienes me rodean en este proyecto. Hoy nos hemos sentido solidarios del mismo modo con quienes reclaman poder tener un digno techo bajo el que guarecerse de las inclemencias, del tiempo, de la sociedad, de los poderosos…

No he vuelto a saber de Cristina. Espero de todo corazón que le fuera bonito. De haber tenido representación institucional en aquel momento, hubiera seguido su caso mucho más de cerca. Lo mismo que ahora.