El episodio de la tempestad calmada devolvió a los apóstoles la serenidad y la seguridad. La nave de la Iglesia a través de la Historia se ha visto perseguida, en todos los tiempos, por sus enemigos internos y externos. Todos nosotros miembros de la Iglesia, por el bautismo, podemos ser amenazados y perseguidos por los enemigos de Dios y de la Iglesia. No tengamos miedo porque Jesús dijo: Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo.

Nuestra vida cristiana se ve asaltada por muchos peligros, de tentaciones, ocasiones de pecar, escándalos, respetos humanos, fragilidad humana. Como dice Jesucristo: el espíritu es fuerte pero la carne es débil. Además de los enemigos internos, en todas las épocas, han existido, existen y existirán enemigos externos. El mismo Jesús nos dice: «Me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros». ( Jn, 15,20). En la actualidad hay más mártires que en los primeros siglos de la Historia de la Iglesia. En el siglo pasado, en la década de los años treinta, se desencadenó una cruel y terrible persecución religiosa.

Sacerdotes y laicos fueron asesinados por el mero hecho de ser católicos. Por odio a la fe de Jesucristo fueron inmolados. En nuestra Diócesis, en la verdadera persecución religiosa- sin paliativos- del año 1.936; entre otros cristianos hubo 21 sacerdotes a los que mataron por lo que eran: unos eran honrados ciudadanos, y otros sacerdotes de Jesucristo.

El pasado 12 de junio, en la S.I. Catedral tuvo lugar la clausura de la fase diocesana del proceso de canonización de los 21 sacerdotes mártires. Después de este proceso, según afirma la autoridad eclesiástica, se procederá a la iniciación del proceso de los laicos que murieron por la fe católica. En las vísperas de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, escuchamos esta lectura. ( Ef. 2, 4-7) Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo, nos ha resucitado con Cristo Jesús, y nos ha sentado en el cielo con Él.

Ojalá podamos ver en los altares, más pronto que tarde, los mártires de nuestra Diócesis. Ellos junto a Dios, interceden por todos nosotros.