Entre las esperpénticas normas que incorpora la ley de Seguridad Ciudadana del PP, más conocida como Ley Mordaza, se encuentra una que casualmente conocí ayer a través del presidente de Ocio de Ibiza, José Luis Benítez. Al preguntar por la abusiva cantidad de drogas que camufla la gente para tomar en las discotecas y que provoca, como vimos anteayer en estas páginas, numerosas intoxicaciones, escuché atónito que con la nueva ley los porteros están incapacitados para cachear o hacer registros corporales a los clientes. Para una regulación que defiende el derecho a la intimidad –no es muy normal que este gobierno amplíe nuestras libertades– van y tocan en la tecla equivocada.

La mayoría de fiestas en la isla, por impactante que resulte, parecen mercadillos ambulantes de droga. La gente se ‘mete’ sin ningún pudor a la vista de todos en medio de la pista. Los más pudorosos acuden a los baños, pero es curioso comprobar inodoros vacíos mientras una larga fila de chavales aguardan turno para entrar a los aseos privados. ¿Les ha entrado a todos un apretón? Claramente, no. Pues estas prácticas no hacen sino aumentar mientras a nuestros gobernantes no se les ocurre otra cosa que limitar los cacheos y dejar campar a sus anchas a camellos y descerebrados.

Si esta norma va a continuar vigente durante mucho tiempo, la única solución que me viene a la cabeza es colocar en la puerta de los locales el detector de drogas que recientemente han implantado en aeropuertos como el de Eivissa. Se trata de una máquina con un escáner de última generación que desvela si llevas droga oculta en la ropa. Por cierto, closings como el de Space han permanecido abiertos durante casi 20 horas. ¿Conocéis a alguien que aguante ese tiempo bailando si no es haciendo trampas? Yo no.