Me encantan las noches electorales. Especialmente el torrente de información y opinión que nos suelen descargar los especiales informativos que las distintas cadenas de televisión disponen para estos días señalados en el calendario. El guión establecido marca que, tras una ronda de directos para tomar el pulso de los colegios electorales, llega la cuenta atrás para la encuestas, unas israelitas que tradicionalmente fallan pero se mantienen porque ya forman parte de la liturgia electoral.

Este 20-D venía marcado por ser el primer envite legislativo entre la denominada vieja política y la nueva política. Paralelamente, los medios juegan otra contienda. Por un lado, tenemos la sobriedad de La Primera y la correción de Antena 3. Por otro, los formatos más arriesgados de Mediaset que te pueden cortar la noche electoral para dar paso al debate de Gran Hermano. Y también está el hermano díscolo de Atresmedia con Ferreras a la cabeza.

Tras ver el resultado de las encuestas encargadas por la televisión pública y Antena 3, uno ya puede vislumbrar que la noche se presenta interesante y los meses venideros, más. Como ya viene siendo habitual desde la irrupción de twitter, las televisiones llevan un delay considerable. Hacen falta contertulios que sepan de todo, más o menos como en el debate de Gran Hermano, para evitar el zapping del espectador. Con el paso de las horas, se barrunta que el fin del bipartidismo se cumple a medias. La novedad viene de la mano de La Sexta y su pactómetro. Por la derecha, el pactómetro no va más allá de la suma de populares y ciudadanos. Por la izquierda, llega un momento en que falta pantalla para alcanzar los 176 diputados.

Al final de la noche, como siempre, todos ganan. La novedad la anuncia un tweet que reza que todo se decidirá en casa de Bertín.