El otro día estuve charlando con una persona de unos 50 años, sudamericano, que trabaja en Eivissa desde hace más de una década. La primera vez que coincidimos ya me dijo que estaba buscando casa, que la propietaria de la vivienda en la que vivía le había dicho que a finales de abril debería irse porque alquilaría el apartamento por semanas a turistas. La tarea de buscar nueva casa no era nada fácil. Los precios a partir de mayo son exageradamente caros y pocos alquilan todo el año. Cuando me volví a encontrar con él hace pocos días me explicó qué solución ha encontrado. Cada uno de los miembros de la familia (dos mayores y otros dos menores) habían conseguido habitaciones en distintas casas. Él viviría en un piso cerca del apartamento en el que reside ahora por unos 300 euros. Uno de sus hijos viviría en casa de un amigo. La mujer, en el apartamento de unos amigos. El problema era qué haría con los dos perros, pero al final podrán vivir con él por otros 100 euros más al mes.

Es una de las historias que se viven en la Eivissa de hoy en día. No hay casas para alquilar todo el año. Los propietarios prefieren alquilar los cuatro meses buenos de verano porque así se sacan dos y tres veces más que si la casa la alquilasen todo el año. Y la vivienda se desgasta menos. No hemos de ser hipócritas. Si alguno de nosotros tuviésemos una casa para alquilar igual haríamos lo mismo. Luego ya cada uno cumple con la Agencia Tributaria o no. Declara los beneficios o no, pero este tipo de alquiler, cuya legalidad está en el limbo jurídico, se mantendrá mientras no haya una reglamentación solvente. Porque mucho me temo que las propuestas que se aprueban contra pisos turísticos en ayuntamientos y en el Consell d’Eivissa sirven para poco y no solucionarán el problema. Y echo en falta alguna medida original para arreglar este grave problema que vive Eivissa.