En los tiempos que corren, la recuperación de una cabecera sabe a gloria. El caso es que cuando la profesión parece tocada de muerte viene alguien y te da la sorpresa. El Caso vuelve a los quioscos en plena vorágine de destrucción de la profesión periodística. Los ERE’s se encadenan y ni los mejores se libran de la quema. David Jiménez, ya exdirector de El Mundo, escribió recientemente que el periodismo «se convierte en algo prescindible». The Daily Telegraph acababa de despedir a dos ‘máquinas’ como Richard Spencer y Collin Freeman.

El harakiri se inició cuando el periodismo descubrió internet y cabalga desbocado con la irrupción de facebook, twitter... redes sociales que algunos utilizan para denostar el trabajo de profesionales de forma enfermiza. Dicho esto, el periodismo no debe morir. Personalmente, es una adicción. Me declaro un yonki de la información, un malalt de tele. Eivissa y esta casa fue un refugio donde arribé siguiendo el camino de una vocación. El periodismo es pisar la calle. Ir allá donde se produce la noticia. Preguntar a unos y otros. Informar. No lo entiendo de otra manera. Puede ser que el rumor no sea la antesala de la noticia pero muchas veces, tirando del hilo, yendo al «escenario del crimen» y, hablando con las partes, sí que puedes darte de bruces con la noticia aunque algunos prefieran mirar hacia otro lado. Una discusión en un bar con un representante público implicado y una denuncia de por medio, es noticia, aquí y en la China popular. Bueno, quizás allí no. Como dijo el gran Muhammad Ali: no pierde el que se cae, sino el que no se levanta. DEP.