Ya empiezan a escucharse los primeros arrepentimientos tras el desenlace del Brexit y a recular algunos de los que votaron por el ‘leave’ sin ser, según dicen, conscientes de que con ello decían adiós a la UE. Me pregunto yo, qué les movió entonces a votar… Ahora piden un segundo referéndum, uno que dudo que llegue, porque si no sería el cuento de nunca acabar. Y aunque el proceso de desconexión se alargue años, a día de hoy, hay muchos más asuntos en el aire que los puramente económicos.

Esto me afecta directamente porque yo fui una de los miles de españoles que marcharon a Londres para trabajar y todo fueron facilidades. Obtener el número de la seguridad social, encontrar vivienda, trabajo… no había impedimento. Pero si finalmente se bloquea la libre circulación, esas comodidades no las tendrán otros. Personas que van, no para quitarles oportunidades a los británicos, como algunos piensan, sino para coger aquellos puestos que ellos no quieren desempeñar. Somos la parte baja de la cadena, los que conformamos la base de ciudades como Londres, no vamos con exigencias ni pretensiones, por más carreras o masters que tengamos. Somos dependientes, camareros, runners… muy dignos, pero no nos engañemos, trabajos vacantes que los británicos desechan.

Ahora ya no estoy allí, pero he estado, trabajando con otros como yo, sin los que la rueda de la quinta economía mundial no se movería. Sólo pienso en amigos como Pedro y Enrique, que llevan trabajando allí más de veinte años y planeaban jubilarse en España; en Karen, que ha estudiado en Londres su carrera y quien podría llegar a necesitar un permiso para poder trabajar; en Hamid, argelino casado con una polaca, que ahora ya no tendría permiso de residencia, pues su mujer también sería extranjera... Y sólo espero que los que han votado por el ‘leave’ no tengan la necesidad de marcharse nunca fuera.