Natasha tiene 15 años, en casa le llaman Sasha y ha pasado la mayor parte de su vida ocupando las elegantes estancias de la Casa Blanca en Washington, adonde se trasladó su familia hace ocho años. Sasha es hija del hombre más poderoso del mundo, al que apenas le quedan unos meses en el cargo. Pero también es hija de una influyente e inteligente abogada. Ninguno de sus progenitores fue nunca un mindundi. Ambos se graduaron en las más prestigiosas universidades norteamericanas, las mejores del mundo, y desarrollaron carreras profesionales de éxito. Hasta alcanzar la cumbre: ocupar la Presidencia de su país. Así que Sasha sólo ha conocido la opulencia, sólo ha visto el mundo desde el escalón más elevado, rodeada de seguratas, con finos vestidos, estrechando las manos más exclusivas del planeta y viajando en el Air Force One. Seguramente los Obama siguen con detalle los progresos educativos de su hija y le exigen mucho, porque ellos mismos se exigieron muchísimo para llegar hasta ahí. Y no estará fuera de la presión social y familiar para cuidar su salud, su alimentación y sus prácticas deportivas. Pese a ello, durante este verano la pequeña de los Obama, a sus 15 años, ha sabido de primera mano lo que es trabajar. Algo que la mayoría de los mortales en nuestro país ni se plantea antes de la veintena. Y en un empleo al que muchos de nuestros jóvenes le pondrían peros: camarera en una marisquería. Seis guardaespaldas del servicio secreto le vigilan con discreción durante su jornada laboral y le acompañan al ir y al volver, pero no han llamado la atención. Han dejado a Sasha, que allí prefería hacerse llamar con su nombre completo para pasar desapercibida, llevar a cabo distintas tareas en el restaurante. Ataviada con una camiseta azul marino y la gorra promocional del local, la chavala ha tenido su primer contacto con el mundo del trabajo sin rechistar, sin privilegios, cumpliendo órdenes.

Algo que a nosotros nos resulta casi incomprensible, porque en nuestra sociedad un pijo es un pijo y no se ensucia las manos ni se pone a las órdenes de alguien que ocupa un peldaño inferior en la escalera social. Aunque Sasha y su hermana Malia están llamadas a desenvolverse en las esferas más altas de la sociedad, saber empezar por abajo es todo un ejemplo.