Un hombre sembró buena semilla en su campo. Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo, y se fue. El Evangelio DE ESTE DOMINGO XVI del tiempo ordinario es una llamada de atención sobre la facilidad de juzgar a los demás condenando su proceder. Podemos preguntarnos: ¿Quién soy yo para juzgar al prójimo?. A veces olvidamos que Dios en el pecado da lugar al arrepentimiento. El Señor al final de los tiempos dejará claro quienes son el trigo y quienes la cizaña. Los criados dijeron: “Señor, ¿ quieres que vayamos y arranquemos la cizaña?. Pero él les respondió: No, no sea que al arrancar cizaña, arranquéis junto a ella el trigo. Nosotros, los cristianos debemos estar vigilantes, para que las cosas buenas puestas por el Creador en el mundo se desarrollen al servicio de la verdad y del bien. Pero con frecuencia, nos hemos dormido, y el enemigo y todos los que le sirven trabajan sin descanso para hacer el mal, siendo causa de la perdición de las almas, por las que Cristo ha derramado su sangre. Esta parábola de la cizaña explica la misteriosa permisión provisional del mal por parte de Dios y su extirpación definitiva. Hasta el fin de los tiempos crecerán juntos el trigo y la cizaña. Por eso no debe escandalizarnos la existencia del mal en este mundo.

Jesús explica a sus discípulos la parábola de la cizaña: el sembrador es el Hijo del Hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los hijos del Reino, la cizaña son los hijos del Maligno, el enemigo es el diablo, la siega es el fin del mundo.

Dios es justo, y por lo tanto, no puede dar el mismo premio a los que en esta vida han hecho el bien, que a los que han obrado la maldad. A cada persona Dios le dará lo que merece. El Señor es compasivo y misericordioso. Todos confiamos en su infinita misericordia, pero no podemos olvidar su justicia.

Después de la muerte, por el juicio ( la siega) unos irán al cielo, y otros al infiero. Unos se salvarán- confiamos que serán la mayoría, otros serán condenados. Dijo el Señor a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, en cambio almacenadlo en mi granero.