Pido perdón. Debo hacerlo. Y espero obtenerlo de todos ustedes porque tras días de escuchar a gente muy sabia opinar sobre las palabras de Valtonyc, que le han hecho merecedor de una condena a tres años y medio de cárcel -a todas luces excesiva- por cometer con ellas delitos de enaltecimiento del terrorismo, calumnias e injurias graves a la Corona y amenazas, es obligado reflexionar. Más aún cuando se ven homenajes al condenado e incluso la presidenta del Govern, Francina Armengol, en su discurso con motivo del Día de les Illes Balears, advierte del retroceso en los derechos y libertades que sufre el país, como la libertad de expresión que, a su juicio, se tambalea. «No nos podemos permitir ni un paso atrás. En la libertad de expresión florece nuestra mejor versión, en la educación germina el respeto y en la confluencia del respeto y la libertad encontramos siempre la respuesta acertada; esta es la fuerza de la democracia», dijo la presidenta. Brillante. Inapelable. También el presidente del Parlament, Baltasar Picornell, alerta de que los nuevos tiempos que corren no pueden traer retroceso en derechos y libertades, sino todo lo contrario.

A la vista de tan doctas opiniones, solo puedo aceptar que he estado equivocado y debo pedir perdón. He comprendido que castigar a alguien por expresar su deseo de que alguien muera de forma cruel y violenta, solo por el hecho de pensar distinto o por tener diferente opción política, no es ningún acto que merezca censura, sino que debe ser aplaudido ya que solo ejerce su libertad de expresión. He comprendido que congratularse del terror que durante décadas han padecido determinados colectivos amenazados por las bandas terroristas ETA y GRAPO es algo inocuo, que en ningún caso merece reproche. Tampoco mofarse de los secuestrados por estas bandas criminales, ni enaltecer a sus miembros, considerados por algunos ejemplos a seguir. He comprendido que estaba equivocado. Lo siento.

Tienen razón Armengol, Picornell y tantos otros, que denuncian que en España se vive un patente retroceso en las libertades que no podemos tolerar. Sin embargo, creo que las libertades que están en peligro son la de vivir en paz, la de no ser amenazado -ni siquiera a ritmo de rap-, la de no escarnecer a víctimas de delitos horrendos. Estas son las libertades que están ahora en riesgo. La libertad de expresión no lo está. Tiene los límites que ha tenido siempre: el respeto a los demás.