Si hay una cosa que nunca le ha gustado a los presidentes de Gobierno del PP es tener versos sueltos. El de Aznar fue sobre todo Gallardón. Un alcalde que endeudó Madrid hasta el hartazgo con sus megalomanías dignas de un faraón. Nadie sabe cuánto se gastó en convertir Correos en un Ayuntamiento suntuoso, obra por cierto innecesaria. Luego pillo las calles de Madrid y las lapidó con granito extremeño: son suelos realmente feos que encima absorben los líquidos. Lo cierto es que Gallardón tras no cuajar su ley sobre el aborto se largó de la política y no se ha vuelto a saber de él. Supongo que estará escuchando la música de Albéniz. El verso suelto de Rajoy fue Esperanza Aguirre, que fue la diana de toda la progresía de España y ultramar durante muchos años y que encarnaba los valores peperos que el propio Rajoy iba descafeinando, por eso tenía cada vez más adeptos. El problema de La Espe fue que estaba rodeada de corruptos de gran calado que incluso le sucedieron y eso no hay cuerpo que lo aguante. Finalmente no le quedó otra que dejar la política y hace mucho tiempo que no sabemos nada de ella, igual estará leyendo la poesía de su familiar Gil de Biedma. El tercer verso suelto también corresponde al shogunato de Rajoy, es la Cifuentes que va resultando incómoda porque tiene voz propia y sus formas no son del gusto de la verdadera nomenclatura sucesoria sorayista. Ahora ha salido que no está claro si aprobó o suspendió un máster. Si hubo manipulación está claro que es el fin de su carrera política, pero, por el mismo rasero, también debería serlo de la de Errejón que cobraba una beca de la Universidad de Málaga por el morro sin contraprestación alguna.