Gracias a todos los que me regalaron tantas historias y me ofrecieron parte de su tiempo para que retratara un instante de su vida. A los lectores que disfrutaron con algún trabajo de esta juntaletras. A los que no les gustaron lo que escribía pero entendieron que el periodismo consiste, a veces, en poner el dedo en la llaga y eso duele. A los jefes de prensa que soportaron mi insistencia. A los compañeros de otros medios que dejaron de lado la competencia y me echaron una mano. A mis compañeros, por ser tan valientes y ponerle alma día tras día a este periódico. A aquellos que confiaron en mí y me dieron la oportunidad de seguir disfrutando del oficio más fascinante del mundo cuando todas las puertas se cerraron. A todos los que me mostraron esa otra Ibiza que no sale en las televisiones nacionales y que, a pesar de todo, guarda su esencia. A los que me enseñaron a comprender la idiosincrasia de esta isla que es un mosaico lleno de matices. A los maravillosos paisajes que nunca me cansaría de contemplar. A esos atardeceres que todavía me siguen poniendo los pelos de punta. A los que me abrieron las puertas de sus casas y me hicieron parte de sus vidas. A todos los amigos que se han convertido en mi familia por todas esas risas y esos buenos momentos que me llevo guardados en una cajita. A los que me han hecho tan difícil tomar la decisión de marcharme. A los que me han emocionado estos días con una larga despedida que nunca olvidaré. A toda esa colla de gent bona por la que siempre volvería aunque viviera en la otra parte del planeta. A los que han tenido la paciencia de leer este artículo y me han permitido que, por una vez, deje mi pudor de lado y hable de mí. A todos, gracis per tant.