El otro día pasé por el restaurante, está junto a la Puerta de Alcalá, donde Rajoy pasó su última tarde como presidente de España y en el menú hay muchos platos de atún, pero también hay uno que le viene al ex presidente como anillo al dedo: «chuletón de vaca rubia gallega a la brasa». Braseado acabó Rajoy, como San Lorenzo cuando lo estaban asando unos moros y dijo aquello de «dame la vuelta cabrón que tengo los cojones fríos» y es posible que braseado acabe su sucesor porque cada día nos sorprende con una tontería universalista nueva y además está tan pendiente de los problemas del mundo mundial que al final se va a creer que es presidente de la ONU y se va olvidar que él se ha puesto a sí mismo (sin tener mayoría) para resolver los muchos problemas de un sitio concreto que no es el Planeta de los Simios sino su país que es España. Es verdad que le ha quitado el curro a uno que le ha dejado la economía funcionando a todo trapo, pero para quitarle el puesto ha cometido, con Coleta Morada, un error que ahora les va a salpicar constantemente. Confundir la corrupción de arte mayor (Bárcenas, los Eres de Andalucía, desaladoras de ZP, familia Pujol) con la corrupción de arte menor: la Cifuentes, beca de Errejón, piso de protección de Espinar, piso adjudicado a podemita en Madrid, asunto Màxim, asunto ministro de Agricultura, asunto máster del propio Sánchez… y lo que te rondaré morena, porque de esa corrupción que podríamos llamar picaresca en España no se libra ni el Tato, ni siquiera la madre Teresa de Calcuta. En España es prácticamente imposible encontrar a alguien impoluto, bueno salvo que nos venga directamente de un monasterio budista de Koyasan.