A principios de este mes de julio se publicaba una editorial en un medio escrito de difusión nacional en el que se afirmaba que a día de hoy nos encontramos en una situación de cambio del ciclo turístico, en la medida que se empieza a notar la desaceleración en el crecimiento de ciertas variables turísticas, que se verá acentuada en lo que queda de año y en el próximo.

Por su parte, los empresarios turísticos de Baleares en general y de Ibiza en particular han venido mostrado en las últimas fechas una gran preocupación por la importante caída de la demanda turística que se ha producido ya, la que se producirá en los próximos meses, y en la repercusión que tal caída pueda tener en las cifras de actividad económica y empleo.

Ante tales manifestaciones, la pregunta es obvia, ¿confirman las cifras de las que disponemos a día de hoy tales augurios o son, tal como manifiestan algunos, el pretexto utilizado para meter miedo en la sociedad sin fundamento alguno?

Si para dar respuesta acudimos a la información estadística, tanto del IBESTAT como del Observatori del Treball del Govern Balear, los resultados y datos allí reflejados no pueden ser más preocupantes.

En primer lugar, si se analizan los datos de gasto turístico en Baleares y en cada una de las islas tomando el último dato disponible (mayo 2018) se observa, aun sin haberse iniciado plenamente la temporada turística, que el gasto turístico acumulado crece un 3,59% en Baleares y un 1,75% en Ibiza-Formentera respecto al mismo mes de 2017.

Viendo esta cifra aisladamente, uno podría mostrar cierta satisfacción, que se transforma en preocupación cuando se observa que en mayo 2017 respecto a 2016 el gasto turístico acumulado crecía un 11,85% en Baleares y un 25,76% en Ibiza, es decir, en 2018 el gasto turístico crece, pero lo hace a unas cifras muy inferiores a las de años anteriores.
Por otra parte, si se analizan las cifras de viajeros acumulados con destino Baleares también a mayo 2018 se observa un crecimiento respecto a 2017 del 1,21%, mientras que esta misma cifra el año pasado fue del 9,4% y el anterior del 11,25%. Vienen más turistas, pero el crecimiento es casi 10 veces inferior al de los dos años precedentes.

Del mismo modo, mientras que en mayo de 2017 respecto a 2016 el número de pernoctaciones acumulado crecía un 5,68%, en mayo de 2018 el número de pernoctación se reduce un -3,25%, lo cual pone de manifiesto que la estancia media está cayendo en picado.

Y como no puede ser de otro modo, el mercado laboral muestra ya desde hace un tiempo signos inequívocos de agotamiento. En este sentido, la cifra promedio de afiliados a la seguridad social en Ibiza a mayo 2018 crece un 4,5% (4,1% Baleares) hasta llegar a los 76.075 afiliados, mientras en el mismo mes de 2017 crecían un 7,5% y en 2016 un 8,3% (6% y 5,5% en Baleares, respectivamente), es decir, se crea empleo, pero a cifras claramente más reducidas.

Mientras tanto, la población parada en Ibiza a junio 2018 se reduce un 6,75% (6,34% en Baleares) respecto al mismo mes del año anterior, hasta alcanzar las 3.349 personas, mientras que las tasas de reducción en 2017 y 2016 eran del 10% y el 13,4% (13,7% y 12,4% en Baleares), respectivamente. Se reduce en número de parados, pero a tasas muy inferiores.

Y ante la evidencia de tales datos, los gestores públicos en el ámbito turístico tanto a nivel insular como regional, toman diferentes iniciativas en función de la sucesión de acontecimientos.

La primera consiste en ocultar o como mínimo otorgar escasa importancia a los datos preocupantes que van apareciendo, en un intento de justificar que la evolución de la actividad económica sigue siendo muy positiva y que los que auguran malos tiempos son peligrosos alarmistas movidos por intereses espurios.

Otros, visualizando que efectivamente se empieza a producir una contundente caída de la demanda turística se vanaglorian de tales cifras, al comprobar que el objetivo que se marcaron al inicio de la legislatura se empieza a cumplir y que las políticas de «decrecimiento» que han venido aplicando, empiezan a dar sus frutos.

Y es que los esfuerzos que se han hecho por parte de las administraciones de izquierdas «competentes» en materia de turismo para conseguir paralizar la inercia claramente positiva que se inició el segundo semestre de 2013, han sido muchos.

Con la introducción de moratorias, derogaciones totales o parciales de normativas y prohibicionismo en general en leyes como la turística, la del suelo o la agraria, entre otras, han conseguido paralizar importantes inversiones que, sin consumir más territorio, permitían modernizar y aumentar la calidad del destino fomentando con ello la iniciativa privada y la reconversión de zonas turísticas maduras en nuestra isla.

Al mismo tiempo, se tomaban decisiones que incidían notablemente en la competitividad de nuestro destino, en unos casos por «hacer» y en otros por «no hacer».

Por una parte, se subían en 2016 todos los impuestos de competencia autonómica y se creaban impuestos nuevos como la ecotasa que, por mucho que se diga lo contrario, inciden en la competitividad y generan efectos distorsionantes.

Por otra, se evidenciaba una increíble incapacidad de los gestores de izquierdas para ejecutar un potente plan de infraestructuras públicas vinculadas al turismo y el medioambiente que sin duda habría incidido positivamente en la competitividad y todo ello, a pesar de que los ingresos del Consell Insular y Govern se han visto incrementados en más del 50% en los últimos años, gracias a los potentes incrementos de la actividad económica.

Desafortunadamente, la situación actual recuerda tiempos pasados en los que todo iba muy bien, todos habían tomado excelentes decisiones, todos sabían el camino que debíamos recorrer en el futuro y cuando se produjo la debacle en 2008/2011 nadie era culpable de absolutamente nada de lo que acontecía.