El otro día me di un baño de multitudes en la esmeraldina Cala Conta. Parecía el Ganges, con los cuerpos chamuscados por el sol. Todo tipo de especímenes humanos y otros humanoides que ignoro a qué fauna pertenecían. Tribus muy diversas, con tatuajes característicos, de todos los rincones del globo terráqueo. Bellezas descalzas y alguna despistada con tacones. Incluso había un ejemplar de Papúa Nueva Guinea, con los dientes afilados, que miraba con embeleso antropófago a un obeso yuppie yanqui. La masa comulgaba en una especie de trance colectivo y aplaudía como marsopas en celo el espectáculo de la puesta de sol.
Opinión/Jorge Montojo
Baño de multitudes
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