La diputada por Formentera, Sílvia Tur, denunció que el miércoles pasado no pudo entrar en el salón de plenos del Parlament para votar unas enmiendas de los presupuestos. Decía que estaba dando el pecho a su hijo en unas estancias del Parlament y al llegar al salón de plenos los funcionarios le impidieron acceder a la sala de las Cariátides. Ella, muy indignada, defiende sus derechos y anuncia posibles denuncias ante el Institut de la Dona. Conviene explicar cómo funciona el tema de las votaciones en el Parlament. Cuando hay presupuestos los diputados saben perfectamente la hora de las votaciones. Además, los servicios de la Cámara llaman mediante unos timbres a los diputados que, o bien están en los pasillos haciendo tertulia o fumando en la calle. Por si eso no fuera suficiente, los portavoces saben, o deberían saber, dónde están sus diputados. Aún así, Sílvia Tur llegó tarde y no pudo votar. En lugar de asumir su error, recurre a que amamantaba a su hijo, derecho que evidentemente tiene, pero que podría haber compaginado con su trabajo como diputada. Si hay una institución que cuida a sus funcionarios, y a los diputados, es el Parlament. Desde su fundación. Fue la primera institución en crear una guardería para hijos de diputados, hace ya una década. Como lo difícil es callarse cuando se comete un error, Sílvia Tur montó en cólera y criticó a la Cámara autonómica, que históricamente no deja entrar ni salir a nadie del salón de plenos durante las votaciones. Con más de tres años en el Parlament Tur lo debería saber. En lugar de amenazar con denunciar este hecho ante el Institut de la Dona podría aclarar el motivo por el cual sigue cobrando dietas como diputada por Formentera cuando su residencia está en Santa Eulària. Eso sí que es grave. Lo otro, un error de la diputada y nada más.