Entristece comprobar cómo un veterano informador puede degenerar de tal modo como para atreverse a criticar a otros periodistas, sentando cátedra sobre lo que es o no es periodismo. Solo porque otros colegas se atreven a hacer lo que se espera de todo periodista: hacer preguntas. Inaudito. Él, que hace años abdicó de su labor para dedicarse deplorablemente a hacer copia y pega de los comunicados del Consell de Formentera sin preguntar jamás nada, sin cuestionar nunca la versión oficial, la voz de su amo. Y encima se molesta porque los demás no le imitan. Que un dócil escribiente al que las noticias relevantes se le pasan se atreva a hablar de la «degradación del periodismo» es para llorar. Los periodistas a quienes él con gran prepotencia y mayor temeridad intenta denigrar públicamente, trabajan más en un día que él en un todo un mes desde la barra del bar. Eso es lo que le molesta, que ya no tiene el monopolio de la información. La juventud, la ilusión y las ganas de dos jóvenes periodistas dispuestos a preguntar -qué grave e imperdonable delito- han devuelto la libertad de prensa y la pluralidad informativa a una isla como Formentera, en la que hace pocos meses el periodismo escaseaba, por no decir que no existía. Eso le indigna, ¿verdad? Si habrá cosas de las que informar en la isla (que él deliberadamente oculta a sus lectores y oyentes) como para venir a criticar a otros colegas, demostrando una miseria moral pocas veces constatada tan claramente. Primero que escriba de los informes de la Sindicatura de Cuentas o de los problemas judiciales de los miembros del Consell de Formentera y luego ya hablará de vergüenza periodística. Que es mal periodista, hace años que lo viene demostrando. Ahora queda claro que además es mala persona.