Un profesor del CEIP Can Raspalls se disfrazaba de payaso para dar clases de castellano a sus alumnos. Hace escasos días el conseller d’Educació, Martí March, había acudido al mismo centro para mostrar el apoyo a los profesores que eran insultados en las redes sociales por los padres por incumplir la normativa lingüística.

Hace unos meses, una madre con tres hijos en el centro puso una denuncia en los juzgados porque no podían impartir educación en castellano. Evidentemente para el conseller March no pasa nada en las aulas porque el movimiento de las camisetas verdes todavía está en el recuerdo y ya saben en el Govern que pueden cambiar gobiernos. Por eso March siempre se ha puesto una venda en los ojos. Todos los que han denunciado discriminación lingüística eran poco menos que fascistas y por supuesto van en contra de la lengua propia de Balears. La estupidez es muy atrevida, pero en los colegios, en las aulas, hay que ser muy cuidadosos, actuar con la máxima responsabilidad, y dejarse las ideas políticas y los prejuicios en casa. Yo mismo he vivido situaciones difíciles de entender, como la de un profesor del colegio al que iba mi hijo que, junto a un grupo de alumnos que no tendrían ni 10 años, comenzó a saltar y a decir «boti, boti, boti, espanyol es qui no boti».

Evidentemente ningún padre que presenció la escena hizo nada para evitar que sus hijos fuesen señalados por el resto de compañeros. Pero que no me hagan creer que no se hace política en las aulas, y que no hay adoctrinamiento, y hasta podría ser anecdótico si el nivel educativo fuese alto, pero por desgracia tampoco es así. Recuerdo que Balears sigue encabezando los ránkings de los peores niveles educativos de España. Pero mis propias ideas sobre esta polémica no tienen la menor relevancia ante lo realmente importante: los derechos de los menores. Eso sí que es serio.