Jesús en el Evangelio de hoy nos habla en parábolas. Por medio de las parábolas nos invita al banquete del Reino. Las parábolas del Señor son como un espejo para el hombre. Vemos los defectos ajenos y no nos fijamos en los defectos propios. No hay árbol bueno que de fruto malo, ni árbol malo que de fruto bueno. Por su fruto los conoceréis. Las palabras no bastan, hacen falta obras. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¡ Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota de tu hermano. La persona que es buena, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y la persona que es mala, de la maldad saca el mal, porque de la abundancia del corazón habla la boca. Dice Jesús: Voy a deciros a quien se parece el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica; se parece a uno que edificó su casa sobre roca, vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa y no pudo derribarla, porque estaba solidamente construida. Nuestra vida cristiana se fundamenta no sólo en actos y prácticas religiosas, sino en una Persona: Jesucristo. Yo, ¿ conozco y amo a Jesucristo? El capítulo XV del Evangelio de San Lucas nos habla de tres parábolas que versan sobre la misericordia de Dios, manifestada en su Hijo Jesucristo. Dice el Evangelio: Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo, y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús dijo tres hermosas y emocionantes parábolas: La oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo. ¡ Alegraos conmigo! Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. Su padre al verlo se le conmovieron las entrañas , y echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.