El Evangelio de este domingo XV del Tiempo Ordinario nos habla de la parábola del buen samaritano. Jesús enseña que el camino para conseguir la vida eterna es cumplir los Mandamientos. «Si quieres entrar en el Cielo guarda los Mandamientos». Los Diez Mandamientos, que entregó Dios a Moisés en el Monte Sinaí, son la expresión clara y concreta de la Ley Natural. Dicha Ley no puede cambiar, ni pasar de moda, ya que no depende de la voluntad del hombre no ni de las circunstancias cambiantes de los tiempos. Un doctor de la Ley preguntó al Señor, ¿Quién es mi prójimo? Entonces Jesús le habla de la parábola del buen samaritano. Está parábola deja claro quién es nuestro prójimo. Cualquier persona sea quien sea, que nos encontremos en el camino de la Vida, que necesite nuestra ayuda es nuestro prójimo. En esta entrañable parábola, que solo recoge San Lucas, el Señor da una explicación concreta de quién es el prójimo y de cómo hay que vivir la caridad con él, aunque sea nuestro enemigo. El Buen Samaritano es Jesucristo. El Señor como buen samaritano se acerca hoy a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. La misma compasión y amor de Jesucristo hemos de sentir los cristianos. Hay que amar al prójimo, teniendo misericordia con él, compadeciéndonos de su necesidad espiritual o corporal; y esta disposición tiene que ser eficaz, concreta, debe manifestarse en obras de entrega y de servicio, no puede quedarse en solo sentimiento. «Obras son amores y no buenas razones». Nunca debemos pasar de largo antes las necesidades ajenas. Jesús se compadece y se conmueve ante los sufrimientos del hombre. Una concreción del amor al prójimo está plasmada en las Obras de Misericordia. Que la sagrada Eucaristía nos haga crecer a todos en el amor y misericordia.