Efectivamente, la izquierda consiste en una docena (como quien dice) de individuos o individuas, en atriles situados a prudencial distancia, voceando y exigiendo la unidad de la izquierda, y según el clamor unitario se eleva, los atriles se distancian unos de otros, a fin de que las llamadas a la unidad de los demás no acallen las propias. La derecha hace lo mismo, pero además de la necesaria unidad de la derecha, claman también, redundantes, por la de España. Es fantástica la obsesión que tienen todos con la unidad, un concepto más militar que aritmético, además de quimérico. ¡Unidad! De pensamiento, de acción, de manías, de lo que sea. Parece mentira que a estas alturas no nos hayamos enterados de que tal unidad no existe. En el universo, hasta los átomos se unen por la fuerza, y a la menor ocasión, cada uno por su lado, y en pedazos. Ni siquiera Dios es uno, y el que más se jacta de serlo, resulta que es trino, misterios mediante. Pero qué digo Dios. Ni siquiera un individuo aislado, escogido al azar, es unitario. El más simplón contiene en su interior personalidades diversas, y unas veces manda una y otras otra, sin que ningún ser humano haya logrado unificar criterios siquiera consigo mismo. Cómo los va a unificar con tipos extraños. Yo mismo nunca sé quién llevará la voz cantante entre los sujetos que soy; ahora parece que la lleva un existencialista guasón, sea eso lo que sea, tan descreído que no cree que la unidad exista. Ninguna unidad. Ni la de España, ni la de la izquierda, ni la de Dios. Todo es fatigosamente múltiple y masivo, y ya sería hora de ir haciéndose a la idea, porque el espectáculo de docenas de líderes enfrentados por ver cuál es más unitario resulta irrisorio. Muy desmoralizador; campo abonado para sociólogos y psicólogos. Y tampoco está claro que la famosa unidad, de lo que sea (también se habla mucho de unidad en la diversidad, menuda chorrada), haya servido nunca para algo fuera de las matemáticas y la disciplina militar, es decir, asalto de torreones, cargas de caballería y cosas por el estilo. En cuanto a la izquierda de marras, en su naturaleza está no ser sólo una, ni aunque la mates. Es de tontos desear cosas que no existen.