El otro día la presidenta Armengol dijo que ella está en lo climático y en lo ecológico y para defender a los vulnerables, solo le faltó decir que va a hacer una política «sostenible». Esa es una palabra que está muy de moda, ser o parecer sostenible. Hasta la Coca Cola es sostenible. Ayer vi un anuncio de un camión de esa multinacional en el que aparece en el mar una de sus botellas de plástico, y en el mismo se lee que «nos queda mucho por hacer, para ser sostenibles». Ahora hay que hacerlo todo sostenible, pero la verdad es que las pensiones no se sostienen, la deuda pública tampoco se sostiene, ni la cantidad de impuestos que pagamos los que trabajamos de verdad, ni la Seguridad Social se sostiene ni las subvenciones a miles de chiringuitos. Sí sostenemos una deuda elefantiásica, pero de eso no se quiere enterar Tesinando Sánchez que acaba de prometer en plena efervescencia electoral que va a bajar las peonadas para que cueste menos cobrar el paro agrario; es decir, a este paso en muchos pueblos de Andalucía vas a poder vivir gratis sin siquiera presentar peonadas. Vamos, que no vas a tener que molestarte siquiera en ir a ver al alcalde para que te firme el papel de lo que no has trabajado. Por si fuera poco, en un pueblo de Andalucía el jefe del Ayuntamiento prometía un empleo público a quien le votara. De otro lado, tenemos un chorro de dinero improductivo que se están gastando en Cataluña en ir poco a poco camino de la independencia. Luego tenemos a Pablo Iglesias, el de la mansión de Galapagar, que ha incidido que él está contra los poderosos, y por si éramos pocos y no parió la agüela, nos ha salido un líder de chichinabo llamado Errejón, con ideas muy primitivas, naderías cool que lo único que pretenden es que gobierne sí o sí Sánchez. El merlucismo sostenible lo anega todo.