Debemos extraer varias lecciones muy interesantes del esperpento organizado por el Gobierno interino de Pedro Sánchez, ese líder socialista al que le trae sin cuidado absolutamente todo excepto él mismo, algo que ya sabíamos porque lo tiene relatado en Manual de Supervivencia. Sus principios son volubles y melifluos; inconsistentes y maleables, según convengan. A este tahúr del Misisipi ha confiado su futuro el PSOE, un partido centenario que se proclama de izquierdas y de gobierno, pero incapaz de tejer pactos con la izquierda (a no ser que ahora consideremos de izquierdas al PNV, que todo podría ser), sin lo cual tampoco puede gobernar. Y ya veremos si podrá tras el 10-N, con Rivera no y con Iglesias tampoco.

Pedro Sánchez y Carmen Calvo, en lo sucesivo Pompas Fúnebres PSOE, pergeñaron minuciosamente un traslado cadavérico desde Cuelgamuros a Mingorrubio a 17 días de las elecciones generales, con un evidente propósito electoralista. Lo de poner fin a una anomalía, a una afrenta moral, terminar con la exaltación del dictador, dar un paso en la reconciliación, son zarandajas que al presidente en funciones le costó pronunciar conteniendo la risa. Sin embargo, los Franco, sabiendo lo que iba a suceder, tendieron las celadas habidas y por haber durante todo el proceso de exhumación que ha durado 15 meses. El Día D no iba a ser una excepción. Fracasaron en su propuesta de llevar al primero de su nombre al panteón de la Catedral de la Almudena, aunque nadie negará que el intento fue audaz y ocurrente a partes iguales. Pero ayer hicieron un traje a medida a los responsables de Pompas Fúnebres PSOE, que iban a por lana y salieron trasquilados. ¡Menudo afeitado!

Vox nunca podrá pagar a Pedro Sánchez el favor prestado. Hace décadas que nadie veía en televisión española a Antonio Tejero, ni a un cura calvo con sotana y alzacuello, ni banderas con el aguilucho, lo cual, naturalmente, ha sido interpretado como un acto de exaltación franquista por toda la izquierda española excepto el PSOE, si es que aún hay alguien que piense que puede ser catalogado de izquierdas. Realmente no fue tal acto de exaltación, en absoluto, pero los Franco lograron que lo pareciese. De modo que los más indignados con Sánchez resultan ser Unidas Podemos y los independentistas del lazo amarillo. Macilento diría yo. Como Franco.