El 10 de noviembre, acabó arrojando un escenario político que, en un principio, se antojaba más complicado que el existente antes de ese domingo electoral. Pero sorpresivamente, 48 horas después, se anuncia un preacuerdo para formalizar el gobierno de la nación, entre el Partido Socialista y Unidas Podemos.

Este imprevisto escenario, arroja una suma de 155 diputados, que todavía queda bastante lejos de la mayoría absoluta necesaria para gobernar con garantías; concretamente faltarían 21 escaños para alcanzar esa citada mayoría. Hay que señalar ante todo que ese acuerdo inicial alcanzado es una buena noticia, ya que permitirá dejar de gobernar en funciones y con todas las limitaciones que esa circunstancia establece a la hora de gestionar el día a día.

Pero una vez realizada la valoración positiva sobre el acuerdo de gobernabilidad inicial, no es menos cierto que también puede provocar una sensación de una pérdida de tiempo, fácilmente comprensible. No se trata en ningún caso de hacer reproches por que sí, se trata de hacer autocrítica por parte de los protagonistas; y esto ha brillado por su ausencia.

Viendo la facilidad con la que en esta ocasión se ha podido llegar a un acuerdo, es inevitable preguntarse: ¿por qué ha hecho falta una nueva convocatoria electoral para conseguirlo?, y lo cierto es que nadie ha sido capaz de dar una respuesta mínimamente lógica a esa pregunta. El número de escaños que tenían después de la jornada del 28 de abril, cada uno de los dos partidos que ahora sí han pactado, era superior al conseguido el pasado domingo y vistas las explicaciones ofrecidas por sus máximos responsables, da la sensación de que no valoran lo suficiente la perniciosa y nada deseable consecuencia que ha arrojado su falta de capacidad y voluntad para ponerse de acuerdo en la oportunidad anterior. Y esta consecuencia absolutamente nefasta para la democracia, es haberle dado alas a una indeseable extrema derecha en nuestro país. Sin ninguna duda, el principal beneficiado de estas últimas elecciones, no es otro que un partido que defiende ideas retrogradas, que solo nos pueden llevar de nuevo al más oscuro pasado.

Pero además y como había apuntado, también queda flotando en el aire una sensación de pérdida de tiempo, ya que todo lo que ahora es bueno y factible; también lo era hace meses.

En la presentación del pre acuerdo, se dijo que se trataba de un ejercicio de generosidad y responsabilidad por ambas partes; algo que perfectamente podría haberse puesto sobre la mesa en la anterior negociación.

Ahora se ha aparcado la desconfianza que hubo antes entre ambos, ahora ya no hay peligro de que vaya a haber dos gobiernos en uno, ahora ya no existe la sensación de que la vicepresidencia y los ministerios que se ofrezcan a Unidas Podemos sean meros floreros; incluso ha dejado de verse con malos ojos la incorporación de Iglesias en un nuevo gobierno.

Quien también esta incurriendo en francas contradicciones, es la derecha de este país; algo que suele ser frecuente en la misma y que nunca les ha importado.

Lo que antes era blanco para ellos, ahora es negro y lo que antes era bueno ahora es malo. Los mismos dirigentes que antes criticaban a los partidos de izquierdas por ser incapaces de ponerse de acuerdo; cuando lo hacen, no se les ocurre más que calificar de teatríllo para consolidar las sillas, el acuerdo alcanzado. Unos dirigentes que en cambio sí ensalzan a sus partidos de derechas por su facilidad para pactar, olvidando que sus acuerdos, incluyen a la extrema derecha. Y eso si que es teatro del malo, malo y grotesco. Esperemos por el bien de todos, que finalmente se consiga la mayoría necesaria para formar gobierno y que este pueda empezar a trabajar sin el freno de mano puesto.