El presidente del Consell d’Eivissa ha estrenado sus primeros presupuestos con una sorpresa y una tónica. La sorpresa es la reducción de un 17,15% respecto al ejercicio anterior y la tónica es la de ceñirse a la capacidad real de la máxima institución insular para gestionar y ejecutar dicho presupuesto.

Venimos de cuatro años sufriendo a un gobierno socialista que nos anunciaba anualmente los presupuestos más altos de la historia y al final del ejercicio no eran capaces de ejecutar ni la mitad del mismo, teniendo un remanente de caja desproporcionado; dinero que en vez de destinarse a invertir en mejoras para afrontar las imperiosas necesidades de la isla, restaba inmóvil en la cuenta bancaria del Consell, lo cual prueba la inoperancia de la anterior administración y la política de humo y anuncios estériles que desarrollaron socialistas y podemitas.

Uno de los aciertos de estos presupuestos es no financiar inversiones que le corresponden al Govern Balear. Es intolerable que el ejecutivo de Francina Armengol, haciendo gala de su perpetuo egocentrismo mallorquín, reduzca en dos millones de euros las transferencias del Govern al Consell y encima pretenda que sea este último el que pague infraestructuras y servicios correspondientes al ejecutivo autonómico.

Se aprecia que estos presupuestos realistas, equilibrados, sensatos y marcadamente sociales tienen el diseño de alguien que ha sido interventor y alcalde, en tanto que garantizan la estabilidad presupuestaria de la institución y aumentan significativamente los fondos destinados a la cooperación municipal.

Con ellos se abandona la magia y la fantasía que Vicent Torres y Viviana de Sans nos vendían como realidad y se inicia una nueva senda rigurosa con Ibiza y reivindicativa con Mallorca.